Victor Zar
Extraigo para ustedes de un interesante artículo del escritor y periodista colombiano Antonio Caballero y su libro “Toros, Toreros y Público”.
"Hay muchas plazas, y no todas son redondas. Las hay cuadradas, como la de Las Virtudes, en Ciudad Real, la más antigua de España, que desde la cresta rocosa de Despeñaperros se asoma en Andalucía. Las hay ovaladas como un hipódromo, como la de Nimes, en el sur de Francia, que en tiempos de los romanos fue efectivamente un hipódromo (y también un circo donde los leones se comían a los cristianos, y un artificial lago cerrado para fingir batallas navales en las que los esclavos que hacían de remeros morían ahogados de verdad). Las hay en forma de huevo, como la Maestranza de Sevilla, abombada y aplastada en el fondo para que encaje bien en la huevera, que es toda la ciudad. A veces se celebran corridas de toros en la Plaza Mayor de Salamanca, que es un cuadrángulo renacentista de piedra de oro enlosado de granito. Goya pintaba plazas rectangulares y partidas en dos por una tapia. La verdad es que las plazas de toros pueden ser de cualquier forma, de cualquier tamaño, de cualquier estilo. Aunque predomina el falso mozárabe, sabe Dios por qué. Los árabes en España no corrían toros, al contrario de lo que creía Quevedo: “gineta y toros son contagio moro..."
Pero ese falso mozárabe puede adoptar todos los matices: desde la pesadez solemne de ladrillo de la plaza de Las Ventas de Madrid o el neo-neomudéjar rojo de la de Cartagena de Indias hasta los estucos seudonazaríes de la de Albacete. Y hay también el mozárabe engañoso —puro festón de aluminio— de las plazas portátiles hechas de chapa colorada, entre las cuales hay algunas que ni siquiera son portátiles por el peso excesivo de los troncos y estacas, en tanto que otras, improvisadas con carretas en algún descampado, lo son tanto que terminada la corrida cada carreta toma distinto rumbo. Hay plazas en pendiente. Con una fuente en el medio, o un árbol, o un farol. Hay de todo. Sin contar las placitas de tientas de las fincas ganaderas, que son a veces semicirculares porque dan contra la pared con ventanas de una casa, y otras veces son semisubterráneas y cubiertas como la de los Alburejos, en Jerez de la Frontera, y otras más son semiportátiles, como la que hay en Venecia, en la Sabana de Bogotá, mitad piedra, mitad tablones todavía sin desbastar."
Extraigo para ustedes de un interesante artículo del escritor y periodista colombiano Antonio Caballero y su libro “Toros, Toreros y Público”.
"Hay muchas plazas, y no todas son redondas. Las hay cuadradas, como la de Las Virtudes, en Ciudad Real, la más antigua de España, que desde la cresta rocosa de Despeñaperros se asoma en Andalucía. Las hay ovaladas como un hipódromo, como la de Nimes, en el sur de Francia, que en tiempos de los romanos fue efectivamente un hipódromo (y también un circo donde los leones se comían a los cristianos, y un artificial lago cerrado para fingir batallas navales en las que los esclavos que hacían de remeros morían ahogados de verdad). Las hay en forma de huevo, como la Maestranza de Sevilla, abombada y aplastada en el fondo para que encaje bien en la huevera, que es toda la ciudad. A veces se celebran corridas de toros en la Plaza Mayor de Salamanca, que es un cuadrángulo renacentista de piedra de oro enlosado de granito. Goya pintaba plazas rectangulares y partidas en dos por una tapia. La verdad es que las plazas de toros pueden ser de cualquier forma, de cualquier tamaño, de cualquier estilo. Aunque predomina el falso mozárabe, sabe Dios por qué. Los árabes en España no corrían toros, al contrario de lo que creía Quevedo: “gineta y toros son contagio moro..."
Pero ese falso mozárabe puede adoptar todos los matices: desde la pesadez solemne de ladrillo de la plaza de Las Ventas de Madrid o el neo-neomudéjar rojo de la de Cartagena de Indias hasta los estucos seudonazaríes de la de Albacete. Y hay también el mozárabe engañoso —puro festón de aluminio— de las plazas portátiles hechas de chapa colorada, entre las cuales hay algunas que ni siquiera son portátiles por el peso excesivo de los troncos y estacas, en tanto que otras, improvisadas con carretas en algún descampado, lo son tanto que terminada la corrida cada carreta toma distinto rumbo. Hay plazas en pendiente. Con una fuente en el medio, o un árbol, o un farol. Hay de todo. Sin contar las placitas de tientas de las fincas ganaderas, que son a veces semicirculares porque dan contra la pared con ventanas de una casa, y otras veces son semisubterráneas y cubiertas como la de los Alburejos, en Jerez de la Frontera, y otras más son semiportátiles, como la que hay en Venecia, en la Sabana de Bogotá, mitad piedra, mitad tablones todavía sin desbastar."