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Es así y me lo contó “El Tata”. El padre y el hijo vienen a Lima. Manzanares ‘el grande’ y el contemporáneo.
Aquel, el torero de toreros, el mito, la leyenda y el de hoy, la figura indiscutible que abre las puertas grandes del toreo donde va.
Para los aficionados que transitaban el fanatismo en la época del padre, esto será una quimera, un sueño, una ilusión. Verlo otra vez pisar las arenas del Rímac y pasear por las calles de la ciudad donde tantos amigos dejó.
Vuelve Josemari acompañando a su hijo, que reaparece en Acho desde aquel desventurado 2 de diciembre del 2012 que vimos estrellar nuestra expectación ante un cartel que anunciaba además a Ponce y Juli, corrida de maestros como dirían revisteros de antaño, que decepcionó a los tendidos por el escaso trapío, flojedad y poco juego de los pupilos de Roberto Puga que desmerecieron su historia.
El padre toreó en la Bicentenaria de Acho por última vez el año 1996 y Lima lo despedidió con una
atronadora ovación cuando dio la vuelta al ruedo paseando un escapulario de flores con la imagen de nuestro Cristo de Pachacamilla obsequiado por la Peña Teruel.
Según contó el aficionado José Antonio Esparza en la revista Alamares, Manzanares padre toreó 39 tardes en Acho, se llevó cuatro Escapularios de Oro (1977 1979 1985 1988), estoqueó 79 toros, oyó 21 sonoras protestas, con una media de 0,253 trofeos cortados por tarde.
Cifras que para no corresponden con su importancia en la historia de nuestra feria escrita en faenas cumbres a toros peruanos ante los que aplicó su técnica exquisita, su temple magistral y su arte inigualable, muchas trocando pitos por palmas, por ovaciones, por antológicos triunfos. Manzanares ‘el grande’ vuelve. Vuelve el ¡Torero de Lima!