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sábado, 20 de septiembre de 2008

7 orejas y rabo. Juli pletorico ante 6 en Nimes. Magistral

Historico aniversario de El Juli. Bajo la firma de Zocato: Diez años y un día han pasado desde que tres gendarmes, el 18 de septiembre de 1998, se presentaron en el callejón de Nimes: «Venimos a buscar a un tal Julián López «El Juli». No tiene dieciséis años y no puede torear». «Lo tenéis ahí, en el medio del ruedo», les contestó Simón Casas. Al final de la corrida la policía rompió la denuncia y acompañó al nuevo matador por las calles de la ciudad. Es inútil contar toro por toro la tarde. Únicamente decirles que el fuego artificial pero tan natural que encendió ayer en Francia se pudo contemplar hasta en El Cairo, donde los camellos levantaron el hocico de alegría, y también en las Islas Galápagos, donde las tortugas se tomaron un baño a su salud. Inmenso es una palabra minúscula para definir a este gigante del toreo. Todos los lances eran diferentes, variados, florecidos, como un enorme mostrador de tapas, más sabrosas unas que otras. Hubo verónicas con los pies juntos, delantales al ralentí, gaoneras de mariachi, tres lopecinas y dobles revoleras. Quizá guardaremos un verdadero pase de muleta con el capote, un natural de capa tan dulce, tan largo y tan tranquilo que parecía una mañana de armisticio. Claro que le pidieron banderillear. Lo hizo con soltura y gracia en el sexto toro de la noble corrida de Daniel Ruiz -premiado con la vuelta al ruedo-, pero ya sabemos todos que esto queda en el baúl de los souvenirs. Y hablando de naturales, hubo una tanda alucinante en el último toro. Lagrimeábamos. ¿Pero dónde estaba la muleta? Únicamente el color rojo del trapo nos permitía diferenciarlo de la arena.

Mario Juarez:
Parece mentira que dos horas y media puedan resumir una década. Y con ella, los muchos lustros que confluyen en la tauromaquia de El Juli. Julián López celebró su década prodigiosa en aire de maestro y dio una auténtica lección, un recital de toreo, de lidia, de dominio, de gobierno, de autoridad y de suficiencia. Cuando se perfilaba para matar al sexto, a Julián podrían haberle echado otros seis toros más. Parecía tan fresco, o más, que cuando trenzaba el paseíllo en solitario en el mismo coliseo que le vio convertirse en matador de toros. Pero entre ese momento y la salida a hombros por la puerta de los Cónsules, hubo toreo, mucho toreo. Y el compendio de una tauromaquia completa con capote, banderillas, muleta y espada. Una recital de ser y estar, de abrumadora suficiencia, de dominio de la escena y los tiempos.

Mundotoro:
la encerrona que conmemoraba esta tarde su décimo aniversario de alternativa después de una tarde magistral, que compiló su tauromaquia poderosa, maciza y rotunda en todos los tercios de la lidia, pues rememorando épocas pasadas puso banderillas al último toro de la tarde.El torero madrileño se ha mostrado muy variado y participativo en quites, muy metido en la tarde desde el primer momento y dando la dimensión de figura de la que ha hecho gala en los últimos diez años.




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