En ABC...
La sorpresa saltó con el cuarto, un toro despampanante de pitones, castaño, bociblanco, largo, un punto alto de cruz y espléndido por dentro y por fuera, de nombre 'Verbenero'. Y El Cid se abandonó al toreo como el toro de Victoriano del Río a los vuelos de su capote, tan abierta y planeadora la embestida. Como se vio en un quite a la verónica en el que el torero sintió el pálpito en sus muñecas hasta la media achenelada. Respondió Fandiño por gaoneras de valor inmenso. Y Cid volvió a replicar a la verónica otra vez con aliento. La faena con El Cid abanadonado de cuerpo y desmatado, enteramente zurda, jugando solo los vuelos, le dio la vuelta a Madrid entero. Las trincherillas, los de pecho a la hombrera contraria, y sobre todo el toreo al natural realizado con la mayor naturalidad. Las Ventas era un volcán que siguió expulsando lava sobre la mano derecha, tan despacio. Del cierre sobre las piernas, el toreo en movimiento, quedó límpido otro soberano ayudado. La faena exacta y medida sin apurar el toro. Sonaba el cerrojo de la Puerta Grande, un sonido que El Cid ha sentido tantas veces y otras tantas le ha encogido el alma y el brazos a la hora de matar... Otra vez se repitió la historia. Las lágrimas de El Cid rodaron por sus mejillas durante una clamorosa vuelta al ruedo. La plaza también la pidió para 'Verbenero' sin ser concedida. ¿Por qué?
Enviado desde mi iPhone