Dimos inicio a esta seccion para recoger apuntes del vasto anecdotario taurino, escrupulosamente seleccionados por Victor Zar, y que se relacionarán con las diferentes facetas vividas en los ámbitos histórico, anecdótico y otros del mundo de los toros.
Dar color a una cosa es alegrarla, refrescarla, darle luz. Eso es precisamente lo que en especial las anécdotas y otras referencias dan al toreo, permitiendo con ello que asome la maravilla de su arte y la genialidad de sus personajes. Se trata en suma del color especial que nos captura y subyuga. Aquí va la primera entrega de “El color del toreo”.
Dar color a una cosa es alegrarla, refrescarla, darle luz. Eso es precisamente lo que en especial las anécdotas y otras referencias dan al toreo, permitiendo con ello que asome la maravilla de su arte y la genialidad de sus personajes. Se trata en suma del color especial que nos captura y subyuga. Aquí va la primera entrega de “El color del toreo”.
¿Dónde has visto tú torear más cerca?
Una tarde, cuando don Juan Belmonte toreaba en la plaza de Guijón en el Principado de Asturias….
“Pero no he visto ningún tipo como aquel aficionado asturiano, que en una corrida de Gijón me gritaba: “¡Más cerca!”, cuando yo estaba toreando a dos dedos de los pitones.
Cada vez que oía en el silencio de la plaza aquel grito estentóreo de “¡Mas cerca!”, me ponía furioso, porque la verdad era que pocas veces en mi vida había estado más cerca de un toro.
Al terminar la corrida, volvía en el automóvil al hotel, y entre el río de gente que bajaba de la plaza le vi pasar. No se me despintaban tan fácilmente.
- “Cogerme a ése” - pedí a los muchachos de la cuadrilla.
Le echaron mano, y sin explicaciones le metieron en el auto.
- “¿Dónde has visto tú torear más cerca? ¿Cuándo, di? ¿A quien?” – le preguntaba yo metiéndole las manos por la cara.
Me miró sonriente, con una cara ancha de babaco, y contestó:
- “No, si yo no pedía que torease usted más cerca del toro, sino que se acercase más al tendido donde yo estaba, porque quería verlo bien”.
¿Y si lo hubiese asesinado? ¿No se lo merecía?”
(Contado por Juan Belmonte en el libro “Juan Belmonte, Matador de Toros” de Chávez Nogales)
Juan Belmonte García, llamado “El Pasmo de Triana”, fue un matador de toros español, probablemente el más popular de la historia, considerado por muchos como el fundador del toreo moderno.
Nació en Sevilla, el 14 de abril de 1892. Abanderó la edad de oro del toreo junto a José Gómez Ortega "Joselito", hasta 1920, fecha en que el mítico hijo de El Gallo sufrió su fatal cogida.
Su carrera se desarrolló entre 1913 y 1936, año en el que se retiró definitivamente. En 1919 toreó 109 corridas, todo un récord para el momento y que lo siguió siendo durante varias décadas más.
La temporada de 1917 está considerada como la más brillante de su vida profesional. A finales de ese mismo año se presenta en Acho, donde permanecerá un año y conocerá a su futura esposa. En 1922 anuncia su primera retirada en Lima. Reaparece en los ruedos en 1924. Se convirtió en ganadero y continuó toreando hasta el inicio de la guerra civil española (1936).
Impuso una revolución artística en el arte de torear. Hasta la aparición de Belmonte, torear consistía básicamente en sortear las acometidas de los toros sobre las piernas con más o menos valor y gracia. Su extraordinario dominio de los terrenos le permitió ejecutar el toreo de una forma nueva, despacio y con una cercanía nunca vista. Puso en práctica los tres tiempos de la lidia: parar, templar y mandar, a lo que más tarde agregó cargar la suerte.
Rompió con el paradigma lagartijero, considerado hasta entonces ley natural, de "o te quitas tú o te quita el toro" y lo transformó en "no te quitas tú ni te quita el toro si sabes torear". A punto de cumplir 70 años, Juan Belmonte se suicidó de un disparo en su cortijo de Gómez Cardeña, el 8 de abril de 1962. Sus restos descansan en el cementerio de San Fernando en Sevilla.
“Pero no he visto ningún tipo como aquel aficionado asturiano, que en una corrida de Gijón me gritaba: “¡Más cerca!”, cuando yo estaba toreando a dos dedos de los pitones.
Cada vez que oía en el silencio de la plaza aquel grito estentóreo de “¡Mas cerca!”, me ponía furioso, porque la verdad era que pocas veces en mi vida había estado más cerca de un toro.
Al terminar la corrida, volvía en el automóvil al hotel, y entre el río de gente que bajaba de la plaza le vi pasar. No se me despintaban tan fácilmente.
- “Cogerme a ése” - pedí a los muchachos de la cuadrilla.
Le echaron mano, y sin explicaciones le metieron en el auto.
- “¿Dónde has visto tú torear más cerca? ¿Cuándo, di? ¿A quien?” – le preguntaba yo metiéndole las manos por la cara.
Me miró sonriente, con una cara ancha de babaco, y contestó:
- “No, si yo no pedía que torease usted más cerca del toro, sino que se acercase más al tendido donde yo estaba, porque quería verlo bien”.
¿Y si lo hubiese asesinado? ¿No se lo merecía?”
(Contado por Juan Belmonte en el libro “Juan Belmonte, Matador de Toros” de Chávez Nogales)
Juan Belmonte García, llamado “El Pasmo de Triana”, fue un matador de toros español, probablemente el más popular de la historia, considerado por muchos como el fundador del toreo moderno.
Nació en Sevilla, el 14 de abril de 1892. Abanderó la edad de oro del toreo junto a José Gómez Ortega "Joselito", hasta 1920, fecha en que el mítico hijo de El Gallo sufrió su fatal cogida.
Su carrera se desarrolló entre 1913 y 1936, año en el que se retiró definitivamente. En 1919 toreó 109 corridas, todo un récord para el momento y que lo siguió siendo durante varias décadas más.
La temporada de 1917 está considerada como la más brillante de su vida profesional. A finales de ese mismo año se presenta en Acho, donde permanecerá un año y conocerá a su futura esposa. En 1922 anuncia su primera retirada en Lima. Reaparece en los ruedos en 1924. Se convirtió en ganadero y continuó toreando hasta el inicio de la guerra civil española (1936).
Impuso una revolución artística en el arte de torear. Hasta la aparición de Belmonte, torear consistía básicamente en sortear las acometidas de los toros sobre las piernas con más o menos valor y gracia. Su extraordinario dominio de los terrenos le permitió ejecutar el toreo de una forma nueva, despacio y con una cercanía nunca vista. Puso en práctica los tres tiempos de la lidia: parar, templar y mandar, a lo que más tarde agregó cargar la suerte.
Rompió con el paradigma lagartijero, considerado hasta entonces ley natural, de "o te quitas tú o te quita el toro" y lo transformó en "no te quitas tú ni te quita el toro si sabes torear". A punto de cumplir 70 años, Juan Belmonte se suicidó de un disparo en su cortijo de Gómez Cardeña, el 8 de abril de 1962. Sus restos descansan en el cementerio de San Fernando en Sevilla.
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