domingo, 12 de junio de 2022

Me declaro convicta y confesa



No pretende ser esto una crónica de lo vivido porque no asistí en calidad de reportera de noticias sino de aficionada en busca de saciar una sed de expresión artística carente hogaño,  y tanto, que los espejismos abundan buscando ese oasis del toreo de José Tomás.  Pruebas no necesito dar pero están ahí en los resultados de las ferias.  


El de Galapagar fue el imán que me atrajo para vivir otras sensaciones que mi alma de aficionada estaba carente de sentir, y es por ello que me cobijé en la historia del Califa y su aciago día para encontrar causas más allá de razones.  Y vaya si las fui desgajando en estos días. De vivir el hoy del toreo (Madrid), al ayer (Manolete) y al romántico por atemporal que es la expresión torera de José Tomás. Con la banda sonora de Sabina en purísima y oro.  


Ver en un ruedo a José Tomás es como ir percibiendo aromas y fragancias para descubrir en nariz y luego en boca un buen vino, hasta el punto en que te inunda los sentidos y te conculca la razón.  Pero que es el toreo sino una expresión del alma desapegada de la razón y que se vale de una técnica para crear. Para crear una obra de arte efímera que sólo se incrusta en la retina.  


Yo sabía a lo que iba y no pretendí engañarme, es decir, encontrar el 'toro de Sevilla' menos el de 'Madrid' como tampoco el de Nimes de aquel 2012. Porque mediaban 10 años de aquel acontecimiento y porque sé que este esteta de la verdad torera en sus formas y fondo es un torero de culto.  Y lo es. Está más allá del bien y del mal.   Requiere creyentes, convictos y confesos. 


Aquel que tiene acólitos más que seguidores, pendientes de empujar el rito.  Y si algún desorientado hubo es porque no entiende del arte del bien torear.  Aquel que bebió de las fuentes de José y Juan, que fue perfilando su camino a la modernidad en Chicuelo y que en las muñecas enjutas de Manolete construyó la arquitectura moderna del toreo.  Ese de parar, mandar, templar y ligar.  Ligar. Uno tras otro,  ligar.  Coser. Bordar. Engarzar. O te quitas tú o te quita el toro.  Pasándoselo por la faja de pitón a rabo.  Y es el sitio donde se puso y se pone aún José Tomás.  Desde la seda que no percal en su capote hasta la muleta. Sin probaturas. 


Percibo que muchos no fueron en recogimiento y dispuestos a vivir un rito sino por esnobismo de rara avis, para decir que estuvieron.  Allá ellos que no pudieron entrar en el reino de ese cielo de elegidos. De excelsitud y armónica expresión en el andar, en el citar, en el componer en cada trazo, con una exquisita colocación sin muecas, mohines  ni gestos, sin alardes ni destemplanzas.  Fue un sumo sacerdote en pleno oficio.  


Pero está claro que debo bajar de la nube para entrar en honduras mundanas y por ello decir que pudo cuidarse más el trapío de los toros. Mucha tabla para edad y peso pero que no armonizaba con el trapío.  Y qué lejos estuvo de la selección que hacia su veedor Joaquín Ramos (qepd).  Gran diferencia.  Y por decir, que siguen en  la tónica de su temporada los de Victoriano del Río, Álvaro Núñez y Juan Pedro D Morenés una vez más no estuvieron a la altura.  Alguno falto de casta y los otros sin terminar de romper.  Si acaso el primero, más crudito, debió apostarle un par de tandas más.  Pero el maestro sabe y es su uso y costumbre no excederse y darle lidia justa a cada cual.  La espada no anduvo fina.  Pero la tarde fue de menos a más. 


En todos, se puso a lancear de verdad, meciendo la seda, echando los vuelos, encajada su enjuta figura entrecana, atornillado siempre. Piense usted cuantos de hoy lo hacen? Quites. Hablemos de quites, ceñidos, apretados, sin aire entre él y el toro, en los medios, sean chicuelinas, sean saltilleras o gaoneras.  Y que garbosos sus remates. Imagen de escultura tallada por Benlliure cada una.  Detalle, montera puesta si no hay brindis. Ahí queda.  Tanto como su poderío con la muleta que conduce como antes, con sutileza y suavidad y que remata con una muñeca privilegiada sin echar el latiguillo maltratador.  Pero todo absolutamente TODO con esa solemnidad Manoletista que nadie es capaz de  replicar a día de hoy. La tiene y punto. Ayuno de alardes. Ayuno de estridencias. Ayuno de concesiones al tendido.  Pero arrimarse porque si, no.  Es quedarse colocado en el sitio donde pasa el toro o llega la cornada. Y eso resume mando, poder, verdad. La famosa verdad del toreo. 


Y qué tal aguante.  Tragando paquete. Que no eran monjitas sino regalitos algunos porque parecían más de lo que eran. Y el viento a molestar y él a quedarse quieto, impávido, enhiesto, vertical, ligando sin el menor atisbo de quitarse aún cuando quedara descubierto.   Sujetó en los medios al huidizo, atacando con firmeza sutil en sus vuelos, uno tras otro tras otro.  Lo mismo al que no salía de las telas y los pitones llegaban y se quedaban tobilleros, el pulso firme para embeberlos dejarlos llegar a la altura de su cuerpo y a partir de ahí mandar y vaciar.  Muñeca. Girar en su eje. El manoletismo más puro.  Y repito que el que no lo vio, pena me da su poco entendimiento y corazón.  


Oreja del tercero pedida sí, yo saqué mi pañuelo; no entiendo para que piden y luego protestan.  La recibió y la tiró.  Que más da si lo hecho, hecho está, o estuvo en ese segundo aire cuando se fue por la espada, que le enjaretó en sus terrenos dos tandas al ralentí, sentidas y jaleadas.  Otra del último, el más feo de hechuras y al que sometió en los medios y obligó a pasar por dónde no quería.  


José Tomás volvió, que yo lo vi.  Y por tanto me declaro convicta y confesa por gustar de la bueno aunque sea poco, de gurmé no, de gourmand, sí.  Que viva el toreo bueno, el que complace al buen paladar y deja que invadan y vuelen sus sentidos.  


Lleno de bandera. Pregunto.  Cuantos a día de hoy se pueden dar el lujo de llevar  11 mil personas para verlo torear y en solitario.  


Soy Magaly Zapata desde Jaén un domingo del 12 de junio 2022. Números que sumados, nos lleva al número del alma. Recuerdas ¿de qué empezamos hablando? 


Enviado desde mi iPhone