Me enteré que volvía y yo también volví. El, volvía porque hace 18 años que en ese ruedo toreó por vez primera en público casi un niño, en terna con Cubas y Herencia. Yo estuve ahí, acontecimiento que no quise perderme. Yo hace más de 10 que no pisaba el festival de Las Delicias. Antes se daban más hoy apenas un novillo. Y ese fue para Fernando Roca Rey.
Vine porque quería verlo abrir su temporada nacional después de dos años alejado de los públicos porque torear, torea, tientas y retientas. Porque aquella ultima, o penúltima, vez en Acho, estuvo sembrado, como nunca en el coso de abajo el puente. Por eso, y porque entre otras estará, volverá a Chota en mano a mano con su hermano menor, figurón y número 1 mundial pero ojo, que este, el mayor, tiró del carro como figura nacional de polendas y reivindicó además la figura del torero en la pantalla chica y nivel nacional con el baile. Puso el toreo en boca de todos, en los medios masivos de comunicación y con categoría. Todavía recuerdo aquella noche en el hotel de Tarma después de una tarde exitosa en Palca, y delante del ganadero Rafael Puga, contarnos con seriedad y circunspecto la oferta de la tele. Y echó la pata alante.
Foto del archivo del torero en redes
Ayery lo vi y lo disfruté su poso, sus tablas, emanaba torería enfundada en un traje corto que fue un ponerse de largo otra vez para disfrutar el toreo.
El es Fernando, El Mayor, el guerrero que no quiere dar tregua al paso del tiempo. Fragua otra vez su concepto, con oficio y con cadencia, sapiencia de estar que te da el tiempo. Templanza y gusto.
Debió tocar pelo y salir a hombros arropado, como lo estuvo nada más pisar la arena con esa explosión en el tendido. Esos no eran los que lo vieron hace 18 años, serían hijos de aquellos, pero sabían quien era.
Arropado decía pero más y mejor por su gente, sus toreros de plata de toda la vida lo acompañaron y con él estuvieron. Entrañable. La espada azarosa lo impidió. Pero el viaje de Lima al Norte, como un Lima a Madrid en horas, lo valió. Porque las sensaciones y emociones del toreo se viven así, románticamente, sin medirse ni contarse por ferias de tronío o de postín. Más cuando no sabemos si tendremos más toros o no en futuro mediato.
Porque el duende del toreo surge cuando el que ejecuta se siente y eso trasciende. Y ayer Fernando, El Mayor, de Los Roca Rey, trascendió.