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Belleza y gusto a través de la danza, la escultura, la música, la pintura y la poesía fue lo que Charles Batteux quiso reunir en el primer tratado de bellas artes - Les Beaux-Arts réduits à un même principe- y por Dios que encaja con lo que es y con lo que expresa el toreo, sea en su acepción ‘tauromaquia’, el arte de lidiar toros, o como ‘toreo’ en sí.
En cualquier caso, a lo que iba. Disciplinas o expresiones que con habiéndose aumentado a 7, añadiendo arquitectura y cine, las cinco primeras bastan para aplicarlas al toreo, por su esencia de libertad y magia. Porque el toreo, la tauromaquia, es un compendio de todas las artes que se expresan con el alma y el corazón y lo más importante, ante la muerte, con lo que ese arte adquiere otra esencia, la quinta, que por hipotética y mágica, trasciende del espíritu a las otras, tierra, agua, fuego y aire, compendiándolas, juntándolas, más bien concentrándolas en un solo ‘arte de birlibirloque’ en palabras de Bergamín.
Ahora no se torea, dijo en su tiempo Ortega y Gasset, hoy se hace estilo para ocultar la ausencia del arte.
Disgreciones que vienen al caso porque desde 1969 el Ministerio de Cultura de España concede a las personas y entidades que hubieran destacado de modo eminente en el campo de la creación artística, fomentando y promoviendo el desarollo y difusión del arte, su Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes. Esta vez concedida en el toreo al quinto califa Manuel Benítez “El Cordobés” por ser uno de los más afamados representantes de la tauromaquia internacional y porque es considerado uno de los iconos de la década de 1960. Añadiría que es -fue- un personaje excepcional en el mundo de las artes. Antes la medalla la recibieron Morante y José Tomás entre muchos otros.