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Por bajo de las grandes ligas. Así es como transitamos en el planeta toro. Y todo debido a la mediocridad de los agentes que pululan por el medio. Es una lástima que los casi 600 espectáculos que se dan en nuestra geografía no tengan ni contengan la seriedad ni formalidad de ferias en otros países.
Pregunté una vez a un colega colombiano (que vivía de esto) cómo era su temporada de transmisiones en vivo por radio a nivel nacional, en cadena de dinero internacional, de 50 a 60 me dijo. Me dirá usted que el Perú tiene más festejos pero ¿cuántas de esas ferias tienen la importancia de Acho? Con esfuerzo Chota y Cutervo en ese orden y con matices que empujarían abajo. Sin embargo, el vecino cafetalero sin contar Bogotá (que al día de hoy no existe) tienen Cali, Medellín, Manizales, Cartagena, y varias otras. Y qué decir de México, donde la temporada ininterrumpida alberga figuras todo el año, al punto que el rejoneador Hermoso de Mendoza abdica de volver a España hasta mayo, después de pasar por la feria de Aguascalientes y completa temporadas de cientos de tardes.
El Perú podría ser una POTENCIA TAURINA pero transita por bajos niveles. ¿Por qué? Porque los festejos son organizados por comisiones de fiestas patronales, de gente que no necesariamente es conocedora ni empresaria taurina y se apoya en personajillos (usualmente del gremio y en activo) que reciben toreros modestos, de los que no torean y vienen con la suya (más barato aquí que en España) y eso no eleva el nivel del espectáculo aunque sí la talega. Sume el deficiente nivel organizativo, el apego a la tradición donde no importa si saltan al ruedo 2, 3 o 6, incluso 15 astados, novillos por toros, a veces sin picadores, etc; y algo más sensible aún, una autoridad de utilería (incluso en Acho), que no regula ni castiga porque ‘su autoridad’ se sustenta en nada, no existe reglamento taurino nacional ni ley taurina, menos un espectáculo (tradición) que esté reconocido por el Estado.
Un cambio estructural es lo que la actividad taurina del Perú necesita para jugar en las grandes ligas y apostar por ser una POTENCIA TAURINA. Nuestro espejo debiera ser Francia donde los aficionados auténticos asumen el control de sus ferias sin otro interés que el bien del espectáculo de acuerdo al gusto de su público.