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Tuve la fortuna de llegar a un local miraflorino (el Costazul), de los que llamábamos ‘hueco’, aquellos de tradicional comida peruana en pescados y mariscos de la mano de Pilar y compartir una agradable tarde entre música y charla que –cómo no– empezó y terminó con toros, lo que nos transportó a México por única razón de reaparecer ahí José Tomás en pocos días.
Contaba yo al dueño del local, el conocido músico Cali Moscol, sí del grupo que suele amenizar los previos en Acho, de aquella matinal francesa épica e histórica ante seis moralcos que me convirtió en creyente, que aún en un ruedo, la perfección puede existir y de cómo ferias y corridas podían ser esa industria sin chimenea para ciudades y pueblos. Pero más allá de ello, la charla nos llevó a hurgar en el tema Acho y Beneficencia y de cómo incomprensiblemente aún no teníamos empresa designada para organizar la feria más importante de América siendo como es Acho la tercera plaza más antigua del orbe taurino.
Parece que se volverá a declarar desierta la subasta, y van… desde noviembre estamos en esto ¿y ahora qué? ¿Cuánto más debemos esperar para que se den cuenta de los plazos que una feria como la de Lima necesita para su organización? ¿Dónde creen que se puede ir a comprar toros con la edad y calidad que Acho requiere si los tiempos se vencen? Y encima amenazan con patronato fiscalizador… eso sin hablar de money-money. ¡De locos!!