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Hoy todos se rasgan las vestiduras, antes navegué sola diciendo lo que podría significar el ingreso de esos hierros colombianos; si embisten qué problema hay, me dijeron. Embistieron y se quedaron años hasta hoy y no sólo en Acho. Así es el juego. ¿Fondo? Me atrevo a decir que ahí estamos hace años porque la feria limeña padece la endemia de la mediocridad (aunque con vitalidad) de nuestra fiesta que deambula sin regulaciones al socaire de empresarios/organizadores/ganaderos que la menean a su antojo.
Hace años un español recordó el “toro de Acho” aduciendo a su histórica pobre presentación. Antes se tapaba porque embestía. Hoy, si además no embiste, tocamos fondo y nos convertimos en el verbo pontificado de vacas sagradas del comentarismo taurino global que acaso ni han pisado Acho y dicen que Chota está en Ecuador pero que en su chacra no alzan la voz. El mejor negocio hoy es la crítica y el peor hacerlo con mesura. Qué importa.
Digo, una vez más, que nada mejorará si no cambia la estructura que mal sostiene nuestra fiesta. Cuando los estamentos y/o protagonistas se dejen regular por bien del espectáculo y del público que paga. No tenemos ley marco taurina ni reglamento nacional. No tenemos registro genético del ganado de lidia. No tenemos autoridad que cuide del espectáculo. La tradición taurina del Perú debe ser reconocida por el Estado peruano como patrimonio cultural y a partir de ahí empezar una ‘perestroika’ taurina. ¡Feliz Navidad taurinos!