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En el pregón de la feria de Sevilla, el ex ministro inglés Tristan Garel-Jones pronunció un bello y profundo discurso que nos lleva a reflexionar y a comprender que la moda de atacar las corridas de toros, proviene de la cultura Anglosajona que quiere acabar con todo lo mediterráneo y latino.
La fiesta tiene un sedimento mediterráneo. En esta cultura del fast-food , del interés comercial, del hágase rico ( o miserable ) y rápido, de las bolsas que caen y suben arruinando familias y países ( mírese desde la grandeza de su rica historia a Grecia y como la han dejado las fichas de los movimientos criminales de un grupo de corredores y financistas inescrupulosos ) , digo, naciones a las cuales les cuesta enfrentar la muerte y por eso les resulta incomprensible para esa cultura anglosajona que huye del toreo y lo denosta sin entrar en su riqueza , en sus valores, en sus tradiciones.
"No quiero vivir en un mundo mono cultural", dijo en el teatro Lope de Vega en Sevilla el ilustre politico inglés en elpregon de la feria de Sevilla.
Esta manera de ver, enender y racionalizar la fiesta es un aporte más a quienes insisten desde la óptica de una pretendida defensa de lo ecológico poner fin a la tauroaquia, desterrarla de la tierra con la acusación de que es una práctica bárbara.
El lord inglés Tristan Garel-Jones, ex exministro de Asuntos Exteriores Europeos y América Latina del Reino Unido, fue enfático en señala que a la Fiesta no se la puede ver desde una óptica eurocentrista .
Garel-Jones, que fue presentado por el exministro Eduardo Serra, ha hecho un alegato de los valores del mundo taurino en particular y de la cultura latina en general en contraposición a la globalización anglosajona en un mundo que ha desarrollado una "ternura antropocéntrica a favor de los animales".
El pregonero ha comenzado su intervención evocando a Juan Belmonte, de cuya muerte se cumplen hoy 50 años, y recordando una frase del genial diestro trianero, "todo inglés, hasta que no se demuestre lo contrario, es un espía", que ha comparado consigo mismo: "Tengo un pasado criminal -fui político- pero nunca fui espía aunque tuve la suerte de que mis padres vinieron a vivir a España".
El corpus central de su texto se ha basado en la defensa de los valores de la cultura latina denunciando "esa cultura unitaria de valores angloamericanos que rechaza la Fiesta".
"La fuerza de la lengua inglesa y los valores que conlleva amenazan con conducirnos hacia un mundo donde el espectáculo que nos espera en la Maestranza es un mero apéndice olvidado y enterrado bajo el peso de la cultura homogénea que se avecina".
Así hablaba ayer lord Tristan Garel-Jones durante el pregón inaugural de la temporada taurina, que se celebró, como es costumbre, al mediodía en un abarrotado Teatro Lope de Vega. Risueño y sentimental, con esa ligereza británica tan elegante y mundana, en la evocación de sus primeros contactos con el mundo de la Fiesta y en su declaración de amor a España, donde vivió en su niñez y en su juventud y donde encontró en los años 70 a la que sigue siendo la mujer de su vida, el diplomático y político galés -ex ministro de Asuntos Exteriores Europeos y América Latina del Reino Unido- optó no obstante por pronunciar finalmente un discurso de tono más analítico, que en ocasiones, aunque sin elevar jamás la voz ni mutar el gesto, adquirió una contundencia y un grosor notables.
Así fue, por ejemplo, en su llamamiento a la resistencia de los aficionados taurinos ante la incomprensión y los ataques promovidos por sus detractores. "La defensa de los toros -proclamó- ha de ser la punta de lanza del contraataque" contra una "cultura global homogénea de habla inglesa" hacia la que "en el siglo XXI estamos caminando", lamentó, "casi como sonámbulos".
Ello implica el triunfo de unos "valores anglo-norteamericanos cuyo rechazo a la Fiesta es tan visceral como equivocado". Ante este panorama, lord Garel-Jones advirtió de que "ha llegado el momento de organizarse con la cabeza alta". "No necesitamos que nos den lecciones de moralidad quienes gastan millones en collares de diamantes para perros", afirmó después de haber enumerado una serie de prácticas "excéntricas", "jocosas" o "ridículas" y "a veces rayanas en la inmoralidad", de algunos defensores de los animales, ajenos o indiferentes, en su opinión, a los "niños que mueren de hambre en muchas partes del mundo".
Esto lo dijo tras recordar que él mismo es miembro de la Real Sociedad Protectora de Aves de su país y tras realizar otra declaración aclaratoria: "Vaya por delante -afirmó- que quienes defendemos la Fiesta rechazamos todo abuso o vandalismo contra la naturaleza, sean animales, árboles, flores, plantas o el medio ambiente. Como dice la canción flamenca: maldita sea la mano que mata un perro".
Sucesor en ese mismo atril de figuras de la talla del escritor y Premio Nobel Mario Vargas Llosa, del arquitecto Rafael Moneo o del pensador Francis Wolff, el pregonero de este año aseguró que muy pronto en su vida se acostumbró a visitar Las Ventas. "Ya de niño me di cuenta de que esto de las corridas eran una cosa seria. No era como ir al fútbol.
Ni siquiera como el cricket, que como deben de saber ustedes es el deporte más serio y más divertido del mundo. No: aquí se trataba de palabras mayores", continuó el diplomático, quien tras cantar las esperadas alabanzas a Sevilla -"pieda angular de la historia y la cultura de la Europa actual"- fue ya al fondo de su discurso, marcado por su condición de conocedor de dos culturas, la anglosajona y la hispana, que en esta materia parecen tantas veces condenadas a no entenderse.
¿Por qué ocurre esto?, se preguntó. "La Fiesta nos obliga a contemplar dos cosas fundamentales de la vida: la muerte y la diferencia entre un ser humano y el resto de la Creación", dijo lord Garel-Jones, y precisamente esto es lo que no ha comprendido el mundo anglosajón, en el que "ya no son capaces de mirar a la muerte a la cara, incluso apenas son capaces de pronunciar la palabra".
Esa dimensión profunda y elevada es lo que hace que la tauromaquia no sea "un deporte" sino "un arte que nos plantea cuestiones fundamentales sobre la vida", señaló, y por este motivo el antiguo tesorero de la reina Isabel II quiso reivindicar, tanto como a Velázquez y Murillo, a los Machado, Cernuda y Aleixandre, a Joselito y Curro Romero, a Sánchez Mejías y a Pepe Luis y Manolo Vázquez; incluso estableció un paralelismo, por su coincidencia en la misma época, entre la ruptura que representaron, cada uno en su disciplina, Kandinsky, Shönberg o James Joyce, y la que encarnó en las arenas de los cosos Juan Belmonte.
"Quienes hemos visto a Antonio Ordóñez en un desplante ante un toro bravo sabemos que lo fundamental de la vida es aprender a mirar a la muerte a la cara y caminar hacia ella con dignidad", añadió, para tratar de demostrar que en definitiva uno puede encontrar lo mismo aunque diferente viendo una faena que leyendo unas reflexiones de Wittgenstein.
"Conste que no reniego ni un solo momento de mi cultura anglosajona. Delante de ustedes habla un británico que procura leer todos los días un soneto de Shakespeare, que se ha regodeado en las novelas de Jane Austen y Dickens, los poemas de Dylan Thomas y Walt Whitman, en el cine de los hermanos Coen y en la música de Elvis Presley, los Beatles y Dolly Parton", matizó. "Pero, señores -retomó acto seguido-, no quiero vivir en un mundo monocultural, y la cultura hispanolatina, con el segundo idioma más hablado en el mundo libre, es la única que puede hacer un contrapeso al avance arrollador de la anglosajona".
Al margen de esa relación esquiva con la muerte que se da en el ámbito anglosajón, hay otras explicaciones para que "las mentes anglosajonas" no puedan tolerar las corridas. Está, por ejemplo, el antropomorfismo, "esa tendencia a atribuir características y sentimientos humanos a los animales"; y "ese sentimiento animalista lo llevan los ingleses en su ADN", dijo. En la infancia tiene un pase, vino a decir, pero también ocurre "en el mundo adulto", y en este punto dedicó no pocos minutos a repasar esa clase de titulares que cualquiera, efectivamente, juzgaría de entrada como extravagantes, como aquel estudio de la Universidad de Londres que demostraba al parecer que las cabras adquieren el acento regional del lugar donde viven.
Una vez constatado, en todo caso, que "los Gobiernos de España, toreen con la mano derecha o con la izquierda, son solidarios con la Fiesta", el diplomático galés animó a los buenos aficionados a tomar la iniciativa en la "tertulia global" que se establece en internet, donde tantos se afanan, lamentó, en que se acepte "como hecho consumado que la Fiesta es un deporte cruel y sanguinario". "No permitamos que los toros sean arrollados por el globalismo", exclamó el pregonero antes de concluir su intervención.
"Yo no quiero vivir en un mundo monocultural", ha exclamado Garel-Jones, para recalcar que "la Fiesta debe ser la avanzadilla del contraataque de esa globalización, precisamente por la incomprensión que suscita en las mentes sajonas".
(tomado de RCN)