Por Magaly Zapata
Mano a mano. Vísperas del 19 de setiembre. Y el quinto se llamó ALMIRANTE 218 de Paiján. Con él llegaría el gran triunfo de Juan Carlos Cubas ayer en una tarde en la que fue toro a toro cuajándose en sentimientos para terminar vaciando el alma en el quinto, a crecerse en los medios y apostar, a tirar de raza y oficio para sacar ventaja toro a toro y pegar ese golpe en mesa para conseguir salir con trofeos suficientes que descerrajaron el portón grande de La Esperanza por el que salió aupado y que a la postre nos confirmaba que todavía tenemos torero. Que aquel Cubas que vino recargado el 2021 en la reactivación, no lo hemos perdido. Cubas sigue siendo Cubas y uno de los grandes ausentes en la feria nazarena.
Decía que Almirante fue el quinto bueno del mejor lote y fue el toro que permitió con su obediencia de bravo y entrega por abajo que asentara sentimientos y ligara emociones de torería absoluta para el regusto del público. Cubas le cortó las dos, y los cinco lidiados fueron tan importantes que, con sus matices de bravura, el torero invitó al ganadero a pasear el anillo y recibir juntos el aplauso de los tendidos que antes habían aclamado de pie al gran Almirante 218 en su merecida vuelta al ruedo. Emotivo. Emoción que me remeció los recuerdos y sentimientos. Mi Almirante estuvo presente, aquel que me llevó desde niña a los toros en Acho, y caí en la cuenta que quiso estar ayer en vísperas de celebrar su vida terrenal. Ese otro almirante es mi Padre. Y la grandeza del toro le hizo, nos hizo, un guiño por su vida.
Del primero me quedo con los naturales que dibujó Cubas, el toro exigía y él se rompió y lo llevó con temple y profundidad por abajo. Menos profundo estuvo por el derecho pero si con temple pero había que gustarse más. Lo recibió con largas cambiadas de rodillas que evidenciaron su disposición ante una tarde en Lima y además con la muleta le enjaretó un torero inicio por bajo. Pero alargar el trasteo pasa factura en la última suerte. De ahí que solo diera una ovacionada vuelta al ruedo. A su segundo lo lanceó sin apretar, venía sin humillar, esperaba para meter la cara y medía pero cuando entraba al trapo era agradecido, se dejaba llevar, Cubas le encontró la distancia mediada la faena y fue cuando empezó a crear y trascender al público, los naturales hondos en zona caliente de cercanías y quieto ligando en un palmo hicieron que tras la estocada, aunque desprendida, cayera su primera oreja.
Vimos un Cubas en sazón y razón de la tarde importante que tenía y que asumió con el compromiso del triunfo que finalmente fue numéricamente a su favor y no al de su alternante nuevo en plaza, ciudad y país.
Ese novel se llamó Alejandro Fermín, natural de Cáceres y de reciente alternativa este año. Impactó con sus maneras de solemnidad y postura nada más abrirse de capa. Encajado, enjuto, fino, muy serio de faz y actitud pero no dudó en echar rodillas en tierra para reventar plaza, mismas que engarzó con mecidas verónicas de pie hasta los medios. El toro se pegó un costalazo al hundir los pitones en la arena. Reminiscencias del toreo asentado en los riñones de un Joselito Arroyo y torero al que empezábamos a degustar por sus buenas y toreras maneras. Fue esculpiendo sin prisas y asentado, quieto y aguantando, una gran faena que fue in crescendo con un toro que fue acompasado colaborador de su obra. Siempre bien colocado y manejando los trastos despacio y con importancia. Alarga la faena y tras pinchazo y entera, petición y oreja. Y vuelta al ruedo al toro. Su segundo tuvo fondo y calidad, inicia por alto y el toro quería otros terrenos que no los medios donde supo sujetarlo y convencerlo que ahí debía ser y fue otra importante faena. Este se rebosaba menos y en cercanías trasteó con temple y exposición pero lamentablemente la espada se resistía a entrar y el descabello a ser repetido. Silencio. El que cerró la tarde fue un 'esaborío', de esos toros que por bien que resuelvas, no se entregó y no trascendió el esfuerzo del extremeño que tras los pinchazos y la fatiga qué pasó con el descabello y los avisos regreso contrariado al burladero y no estuvo dispuesto a declarar. Un saldo en trofeos que no le permitió acompañar a Cubas en la foto triunfal pero es importante también entrar en el gusto de la afición de Lima que reconoce y valora la torería de calidad y seriedad.
Encierro importante de Paiján al que se le cortaron cuatro que bien pudieron ser más pero la suprema suerte es esquiva y caprichosa y que puso un cerrojo al serial en La Esperanza. Por ello es menester destacar que oyeron palmas al salir de toriles y casi todos fueron aplaudidos en el arrastre. Repito corrida sería e importante. De esas que permiten disfrutar del toreo siempre que quien se ponga delante esté en el sitio, distancia y altura requerida para que el toreo surja. La bravura tiene sus matices que cuando son resueltos aparece la magia. Y esta apareció en casi todos los toros ayer. Los aficionados salimos contentos por lo vivido y dispuestos a volver a ver y en breve los toros en Acho.
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