Ayer tuve la ocasión de transitar autopista hacia el Norte del país, de lo más taurino que hay, tierra de toros y de toreros, hay quien, con acierto, la bautizó como ‘Paiján de La Frontera’. La gentil invitación del ganadero don Aníbal Vásquez Nacarino me permitió disfrutar de gente buena y grandes aficionados, compartimos día con la peña centenaria Centro Taurino de Lima, sexto año que salen de linderos capitalinos en busca de validar su afición en el génesis, campo, toros, vacas; y como, recibidos con la cordialidad y calidad que caracteriza a la familia Vásquez de las Casas.
Sol y camino fuera de la casona de campo hacia el coso de tientas, becerras con diversas calificaciones, pero todas arrancándose de largo al caballo y con matices en su comportamiento encastado, exigentes unas, nobles otras pero no las tontas del bote. Broche de oro puso la ‘vaca blanca’, desde que salió por chiqueros cantó su condición.
Atenta y fija a su diestro, la paró el novillero Nicolás Vásquez, para alguien tan fresco en aprendizaje era complicado el trámite, apuntado y con empeño, con intermitencias destacó en dos tandas por ambas manos, porque encontró la distancia, la altura y el ritmo que ya traía ‘la blanca’.
Nadie se la quería perder. Becerra con son de toro, con nobleza encastada y con bravura para regalar. Estuvo en pie con fijeza, si acaso una hora. Todos la tocaron y disfrutaron de su calidad y de su clase. Especial fruición y alegría de contrastar su bravura y calidad tuvo el matador Aníbal Vásquez, quien desgajó pasajes de mucha calidad en su muleta, sutileza, suavidad, ritmo y temple al conducirla.
A quienes no nos atrevemos a pisar las arenas, nos regaló la emoción de ver, vivir y disfrutar de su bravura, de su prontitud, de su fijeza, de entrega a raudales, esa que la hace llevar el hocico por delante, la cara y cabeza bien colocada desde el arranque pronto en largo o media distancia para tomar el vuelo de los engaños y rebosarse en su embestida, atrás, muy atrás del terreno del torero, tanto y cuanto fuera capaz cada quien que se puso delante de conducir esa exquisitez.
Porque ladear la arboladura fina, no es fácil y de lujo de algunos que pueden ‘hacer el avión’ al embestir, porque humillar es de bravos, siendo que no es la condición normal de un rumiante bovino de lidia, porque la nobleza cuando es sustentada en la casta, no es tontería porque exige hacer siempre las cosas bien.
Pero ‘la blanca’ tenía una nobleza en condición y en su mirada, porque miraba a sus toreros, en esa pausa que ella misma imponía en su entrega, a esperar noblemente, lo digo otra vez, hasta el toque o envite que la hiciera pasar por abajo y hasta atrás, para que con pausas, de toro bravo, y muleta siempre puesta y desmayada, lucieran sus virtudes.
No pregunté su nombre, tampoco su número que le da su ascendencia, yo sólo la quiero llamar ‘la blanca’ con su bravura que me emocionó y me hará recordarla siempre. Y deseo que sea madre de muchos toros bravos que se lidien por los ruedos del Perú y en Acho, primera vitrina, donde este año se exhibirán primos y hermanos de ‘la blanca’, en los dos hierros de la casa ganadera de Paiján, La Viña y El Olivar.
Apunte: En el día de campo participó el matador de toros Emilio Serna, quien con capacidad y solvencia cuajó una becerra con trapío y exigente y nos hizo disfrutar del toreo profundo por naturales; también estuvo el novillero Joselito Ordoñez, con evidentes progresos a pesar de llevar apenas dos novilladas este año.
Emilio Serna |
Joselito Ordoñez |
Armando Rojas 'Manco' |
Doña Lucy Vásquez |
Joselito Ordoñez |
El ganadero Aníbal Vásquez y el futuro... |
Ariana Vásquez |