Era el plato fuerte del
inicio de la Semana Santa el último Domingo de Ramos, y fuerte fue el trastazo que
el diestro vasco Fandiño debió encajar tras estoquear seis toros en solitario
en la plaza de toros de Madrid el 29 de marzo, saliendo entre pitos y algunas palmas.
Daño y dolor.
Los escritos dicen que no sólo fue por el escaso material sino por actitud, por dudas, por ánimo venido a
menos y por no dejarse matar por conseguir el triunfo, como siempre hace. Lapidario.
Una más de su apoderado que, así como firmó 3 de 5 tardes en una feria
en Acho, no dudó en hacerlo cerrar su mejor temporada en una Feria de Otoño
venteña ante infumables, con sangre incluida. Y ahora
esto.
Respetable y admirable el GESTO de un torero que intentó así demostrar una vez más que pelea
con su vida para llegar a la cumbre, que intenta abrirse paso a codazos entre
los G5 para entrar en su exclusivo club.
Gesto que sobre el papel pudo pensarse
innecesario si se tiene en cuenta lo que la historia de encerronas recientes
escribió en esa plaza: Talavante dos
veces, Luque y Abellán en las que tampoco se cortó ni una oreja.
Más aún cuando se anuncian los hierros,
encastes minoritarios de hoy que antes eran llamados duros por difíciles para
el triunfo: Partido de Resina,
Victorino, Escolar, Cebada, Adolfo y Palha.
Las últimas tres nunca antes se habían anunciado juntos en un cartel de
seis toros. Incluso por la fecha, en los
albores de la temporada, acaso para
tumbar el récord de Morenito de Talavera que lo hizo un
4 de abril de 1948.
Planteamientos y estrategias en los que se
entregaron las armas al contrario con
hierros del gusto de Madrid. De los
fundamentalistas y duros de Madrid que en Ramos llenaron la plaza. Histórico. Como histórica debió ser la elección de los
toros. Impoluta. Perfecta.
Para que el torero cuente con todas las cartas de triunfo. Ahí se ve la mano del apoderado y del veedor.
Esta
era la 47ª vez que un matador paseaba sólo el
albero de Las Ventas de Madrid desde que Antonio Bienvenido lo hiciera en 1947
y cortara 4 orejas. Hoy, la de Fandiño
fue una apuesta que salió cara, muy cara. Fue una apuesta perdida, de las que duelen y
dañan. De las que se indigestan.