EL PAIS. JESÚS RUIZ MANTILLA - Madrid - 23/07/2011
José Tomás no se subirá hoy en ningún ascensor. Así esté hospedado en el sexto o séptimo piso del hotel, subirá y bajará las escaleras andando. Jamás lo hace los días que torea. Se dará un paseo con su amigo Nino por Valencia después de comer -poco pero bien-, ataviado con gorrilla y gafas de sol. Descansará un rato, quizás esté atento al Tour de Francia, aunque su amigo Alberto Contador, que presenció su tarde de cuatro orejas en Las Ventas, se haya apeado de la carrera, y pedirá un café solo antes de vestirse.
"Aquella tarde tuvimos la sensación de que se nos iba", recuerda su médico
Cuando el Rey le pidió que le brindara un toro, contestó: "Ya se verá"
Pero hoy no es una tarde cualquiera. Es la de su reaparición, dicen sus seguidores más fríos. La de su resurrección, más bien, para quienes le profesan devoción de leyenda viva. Quizá él, muy dentro de sí, estuvo siempre convencido de que llegaría el momento. Nadie sabe si dudó. No lo cuenta. No habla de ello. Comentan quienes le rodean, como su representante, Salvador Boix, que siempre se mostró seguro de volver y que obedeció en todo a los médicos, aunque en el mes de marzo cojeara ligeramente.
Demasiado lejos o muy cerca, según, queda aquella otra tarde de Aguascalientes (México), donde el torero tiene una casa y una fundación, en la que todo se nubló. Su arte y sobre todo su vida. "Tuvimos sensación de pérdida, de que se nos iba", comenta ahora el doctor Rogelio Pérez, su sombra en las plazas durante 10 años.
Pese al sitio que el torero pisa (nadie se mete donde él, ni se queda ahí plantado) el doctor Pérez ha aprendido tras muchas cornadas a convivir con sobresaltos. Nada como aquella jornada del 24 de abril en la que Navegante le perforó la pierna izquierda y le provocó un estropicio mayúsculo en las dos arterias principales y la vena femoral. "Era un grifo, se desangraba", recuerda el doctor.
Pese a la tensión, al chorro de sangre, lo que más le viene a la mente es la solidaridad de aquellos días en México. "Su sangre es A negativo, muy difícil de conseguir, y con las donaciones y rastreando en otros hospitales llegamos a reunir 17 bolsas".
También las autoridades organizaron un pasillo de salida de tráfico para llegar a tiempo al hospital Miguel Hidalgo y los mexicanos llenaron las iglesias de madrugada pidiendo por él. "Es otra cosa". Después, las dudas. El nervio de su pierna no respondía. "Sufrió lo que llamamos una denervación, no le aguantaba la pierna, se caía y juntos decidimos operar". Tomás se entregó en manos de un equipo de siete especialistas -cirujano general, vascular, expertos en nervio periférico, neurólogo, anestesista y traumatólogo- en el hospital Nisa de Aljarafe sevillano, con la idea clara de volver a torear.
Luego han llegado los sacrificios: 40 kilómetros de bici al día, correr junto al mar en Estepona y poco a poco la confianza física y psicológica. Para la moral, la noticia de que será padre en noviembre. También la confianza y la lealtad de su círculo, la entrega a actividades con su fundación acercando la música mexicana a residencias de ancianos, centros con personas con síndrome de Down, mujeres maltratadas... Por no hablar de los amigos con los que pasea y pesca, habla de política -es progresista, republicano y del Atlético de Madrid- y comenta los estragos de la crisis o la prohibición de los toros en Cataluña, que le indigna. Pero tampoco habla de ello en público, algo por lo que le han llovido sus severas críticas. Prefiere actuar. No son pocos los que afirman que cerrará la Monumental el 25 de septiembre, aunque no se haya confirmado.
Para la confianza física, nada como lidiar y saberse firme en el sitio que pisa. "Pero eso no se puede simular en el gimnasio ni toreando de salón, hay que hacerlo en el campo porque la reacción de ciertos músculos no se puede conseguir de otra manera", comenta el doctor Pérez. Empezó poco a poco hasta que en abril y mayo se encerró en Moralzarzal y Valdemorillo para torear con todas las consecuencias y rodeado de los suyos, incluido el maestro colombiano César Rincón. Lo ha hecho vestido de luces, con todo al detalle, para finalmente confirmar que regresaba. A conciencia. Volvía, según sus fieles, a salvar la fiesta. Pero rodeado de figuras ya reales y emergentes. Cayó del cartel cuando apenas le discutía el trono nadie salvo Morante de la Puebla. Hoy continúa Morante, pero también ha aparecido José María Manzanares y anda pletórico el Juli. Pero Tomás marcará su ley basada en tres pilares que afirman su poder: elige los toros, el cartel y las plazas. Quien quiera verlo además debe entrar en el coso. Jamás dejará que se retransmitan sus corridas. Ni en directo ni en diferido. La leyenda se forja al contrario de lo que la gente cree: ocultándose, no exponiéndose.
Así, su vuelta es una inyección de moral y dinero a la fiesta. Hay negocio redondo para todos. Él cobra alrededor de 300.000 euros la tarde -un 30% más que el resto-, pero multiplica la venta de abonos donde aparece y, según un estudio de Juan Medina, profesor de la Universidad de Extremadura, deja 1,5 millones de euros de caja en los negocios de cada ciudad que aparece al día. Una cifra que asciende al doble si lo hace en Barcelona.
Esta vez queda la duda de si lo llevará a cabo en la plaza que ha reivindicado siempre. Para, entre otras cosas, ser fiel a la estela de Manolete, el torero hondo y misterioso de la verticalidad, el dramatismo, el hieratismo, que según los expertos y los nostálgicos, más se parece a él. Donde sí estará es en Huelva, Gijón, Bayona, Ciudad Real y Linares. Y hoy en Valencia, rodeado de 1.200 amigos para los que ha exigido entradas.
Cómo regresará es un misterio. Quizás con más miedo y más fragilidad por su cercanía a la paternidad. Quizás consciente de ser invencible. Superar una cogida tremenda a la que hace muy poco tiempo ningún torero hubiera sobrevivido puede que le haya convertido por dentro en invencible. Es un Aquiles moderno de esos que tiene claro lo que le confesó hace un tiempo en una entrevista a José Ramón de la Morena: "Para dedicarse a esto hay que estar preparado a enfrentarse 12 o 13 veces al año con la muerte".
En ese flirteo que muchos critican puede que haya rebasado un límite. El que le otorga ya un poder supremo. Mientras, seguro que seguirá resultando genio y figura. Símbolo de la pureza y el heroísmo callado, con ese ensimismamiento espartano, héroe de la nobleza y la consecuencia con ciertos ideales profesados al arte del toreo sin místicas -es agnóstico, rehúye vírgenes y estampitas- pero con una hondura esencial.
Igual que en la vida y en sus ideales. Ni el protocolo le hizo bajarse del burro aquel día en que el Rey le condecoró con la medalla al Mérito de las Bellas Artes, que después devolvió.
-A ver si una tarde me brindas un toro para que la gente deje de decir que eres republicano, le soltó el Monarca.
-Ya se verá...
Esa fue su respuesta. Y sonrió.