Y si pues la segunda tarde de Celendin se saldó sin trofeos y fue simplemente por el pésimo uso de la espada de la terna actuante. El título es de 'matador de toros' y eso es por encima de todo lo que te encumbra o crucifica. Y es que con lo mostrado por cada cual y sin exigencias, acoplando su saber al juego de los astados, de no mediar los reiterados yerros, mal que bien hubieran podido tocar pelo de acuerdo a las exigencias del público.
Nuevo en la plaza fue Manolo Juárez "El Poeta", sorteó uno de los dos Monte Carmelo que se dejó y además lo entendió y aprovechó, sea en los terrenos que marcó o cuando lo convenció de irse más a los medios. Su carta de presentación fueron dos largas cambiadas que hicieron estallar al gentío que abarrotó los 10 mil asientos en este único ruedo del mundo coronado con troncos y maderos de eucaliptos. Prosiguió con lances hacia los medios intercalando los de invitar con las verónicas sin obligar. Tras varas dobló las manos. Banderillas a cargo del mexicano, violín incluido, encendieron otra vez al público. De rodillas empezó su faena de muleta y prontamente se incorporó al doblar las manos delante de él, templó las embestidas y mejor logrados fueron los muletazos en que consiguió bajar la mano y llevarlo largo. Un par de naturales y otros derechazos tuvieron sabor. Cuando no era así descomponía su embestida. Tenía al público a favor y encandilado tanto como deseando que triunfe pero al despacharlo se le antojó sin muleta, se encunó y pinchó y de ahí en más otros intentos que diluyeron el triunfo. Aún así el generoso público rompió en ovaciones cuando paseó el anillo.
No sucedió lo mismo con sus compañeros. Por delante fue el colombiano Cristóbal Pardo que recibió al suyo probándolo con el capote. No se empleó con los palos tampoco lo pidió el público. Su jabonero, único de Campo Bravo que se lidió, tenía poca fuerza y eso condicionó su duración. Lo sacó doblándose hasta los tercios, siempre templando siempre con suavidad y tiento, muleta retrasada y a media altura fueron las notas de una partitura que ejecutó a favor del toro y por construir faena. Pero al pasar a los medios el toro ya no quiso emplearse, o no pudo, y claudicaba. Sosería gazapona hizo que demorara en cuadrarlo para… pinchar.
Silencio.
No le fue mucho mejor a Carlos Cabello que volvía a torear en su tierra. Breve con el capote al recibir al otro Monte Carmelo que iba incierto y sin fuerzas, condicionando su entrega en la muleta del shilico que quiso y se puso firme pero las posibilidades de lucimiento se iban desvaneciendo. Un natural enganchando abajo y hasta atrás ilusionó que el tono se elevaba pero el toro no quiso más. Lamentablemente los reiterados fallos con el acero enfadaron al gentío al punto que el propio diestro pidió disculpas gestuales.
Ahí queda reseñado que por un motivo o por otro, ninguno de los tres alternantes revalidaron su examen de matadores de toros. Reprobaron en la principal suerte que te puede encumbrar aunque no haya más que un buen espadazo, o te puede llevar por la calle de la amargura por manejar con impericia espada y cruceta. Y así fue.
Pero la tarde empezó con un duelo de bandas de dos legendarios colegios locales y con la participación del becerrista Alfredo Araujo "El Cejas" y dos compañeros más, Zinedin y Gonzalo. Importante que le den vitrina a muchachos que intentan ser algo en este mundo del toro y mejor aún en su feria y ante su gente.
Para mañana el cartel es de polendas. Un novillero triunfador desde el año pasado que es Joaquín Caro, y el diestro español Juan del Álamo. La expectativa está servida.
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