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lunes, 14 de agosto de 2017

Morante dijo adiós al toreo


Burladero lo cuenta así:

Morante ha dicho adiós al toreo. Lo ha hecho tras la contrariedad de un nuevo revés. Sensación de desencanto que produce quien es responsable de su canonización  como máximo exponente del arte y, por tanto, de una tauromaquia en la que su protagonista es un genio que, pese a sus excentricidades, seduce y fascina. Un artista inconstante, sensible, emotivo y complejo. Un torero capaz de alcanzar cotas que otros más metódicos y técnicos jamás alcanzarán. Un privilegiado del "sistema" que abandona aburrido.

Quizás por esto último es difícil entender sus extrañas decisiones. Sus arrebatos incontrolados. Sus acusaciones de culpas a quienes nada tienen que ver con sus continuos fracasos. Cualquier cosa podría esperarse de un Morante que transita por los caminos más apasionantes del toreo, aunque también por las quebradas rectas de su compleja personalidad, menos cargar contra presidentes y veterinarios y achacar su frustración al exagerado volumen del toro actual. Cuando ha sido él quien siempre se ha movido en el estrambótico juego de la exigencia. Empresarios con sus plazas  y ganaderos con sus toros han sucumbido al capricho de un "ruedo plano" y un "toro a modo". Sin que lo uno ni lo otro provocaran su tauromaquia argumental y sublime. Engañosas y falsas "genialidades" que sólo sirvieron  para saciar adicciones y sed de fans morantistas que necesitan explicación del cómo y por qué de otros gestos absurdos, irreverentes, quizá, para el verdadero aficionado.

De resultas de ese juego, el personaje se ha movido en esa frontera ambigua donde la realidad y la ficción  se confunden hasta convertirse en un batiburrillo de gestos que transfiguran la verdadera genialidad de su tauromaquia. El arte y el jodido problema de convertirlo todo en arte. Y una cosa sí está oscuramente clara o claramente oscura: si todo vale en Morante estamos perdidos.

Así que, justo aquí, dejamos los sueños en la triste e inesperada decisión de un gesto, quizá,  irrespetuoso y fuera de lugar. Morante deja de torear. Por las extrañas e incomprendidas circunstancias de un genio cansado. O porque así es el torero: sensible, pasional y desconcertante. Que sea por poco tiempo. Porque, pese a todo, la ausencia parece ya toda una eternidad.               


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