2ª de la Temporada Grande. Un cuarto de entrada. Toros de Los Encinos, descastados y flojos en general. El 7º sobrero de regalo.
Manolo Mejía, silencio y silencio.
Miguel Ángel Perera, oreja y vuelta.
José Mauricio, silencio, silencio y silencio en el sobrero que regaló.
El apéndice que llegó después de un trasteo con emoción y en el que a punto estuvo de ser prendido por el segundo de la ganadería de Los Encinos.
Perera recibió al animal, que tuvo calidad aunque poca fuerza, con un inicio de capote cadencioso, pero en el que se llevó un susto, cuando fue levantado por el animal. El extremeño fue tirando poco a poco del animal para alargar sus embestidas por el largo derecho, en varios pasajes presididos por el temple.
Al natural, aun sin poderle apretar, Perera ligó varios pases hasta que fue sorprendido por el astado, que le volvió a levantar y le rompió la taleguilla, sin consecuencias. Después, muy cerca de los pitones, apretó más al toro en un arrimón que llegó a los tendidos. Dejó un pinchazo hondo y descabelló con acierto, por lo que paseó el primer trofeo del festejo.
El quinto fue un astado que se movió al principio con más brío que sus hermanos en la muleta y al que Perera recetó sus clásicos cambiados en el anillo después de brindar al público. Firme durante toda la faena, el torero de Puebla del Prior, empujado por la plaza, se las vio con un astado algo rebrincado y que se defendía y al que fue metiendo poco a poco en las telas.
Después de un par de tandas redondas, Perera se metió entre los pitones para torear en un palmo. Dosentinas, circulares, pases por la espalda, redondos engarzados sin dar respiro al animal... y la Plaza México enloqueciza, pero pinchó dos veces y lo que parecía un triunfo y salida en hombros se tornó en una vuelta al ruedo.BURLADERO