N.P.
La Plaza de Toros de Acho, construida en 1760 y declarada Monumento Histórico de Lima, es la tercera plaza por su antigüedad del mundo taurino. Su inauguración tuvo lugar el 30 de enero de 1766 y desde aquel entonces hasta ahora ningún novillero había indultado un astado, por lo que tras la faena de ayer al quinto novillo de la tarde, ‘Silvano’, de la ganadería de La Ahumada, Diego Silveti se ha convertido en el primer novillero en realizar esta gesta, entrando así a formar parte de la historia de esta plaza limeña, la cual está jalonada con los nombres de las máximas figuras del toreo, siendo la única plaza de América en la que toreó el diestro Joselito ‘el Gallo’.
Ya en la primera Feria del Señor de Los Milagros, que comenzó 12 de octubre de 1946, se dio un cartel de lujo con las figuras de la época. Aquella tarde partieron plaza un campero andaluz, Manuel Rodríguez ‘Manolete’, un charro mexicano, Luis Procuna, y un chalán peruano, Alejandro Montani, quienes lidiaron reses de La Punta.
En 1996 se festejaron los 50 años de la Feria del Señor de los Milagros y al igual que en 1946 partieron plaza un campero andaluz, un charro mejicano y un chalán peruano, y en el cartel se lidiaron toros de Javier Garfias, para Alejandro Silveti, Vicente Barrera y Rafael Gastañeta.
Se hace por tanto evidente la conexión entre los toreros mexicanos y Lima a lo largo de su historia, en la cual la dinastía Silveti, representada en las figuras de Juan, David, y Alejandro, ya habían tomado parte con anterioridad.
La ganadería colombiana de La Ahumada, de características genotípicas muy definidas en Domecq, cuyos astados han sido lidiados por figuras del toreo como Luis Francisco Esplá, ‘Joselito’, Enrique Ponce o Miguel Ángel Perera, entre otros, tiene desde ayer un nuevo hito en su haber gracias a su ejemplar número 742, de 452kg y de nombre Silvano, que lamentablemente hubo de ser apuntillado, ya que el Gobierno colombiano no permite la vuelta de las res al país como medida de seguridad sanitaria.
A Silvano, Diego Silveti lo recibió con variedad capotera y, ya con la muleta, le dio la distancia que pedía, ligando con templanza sus embestidas. El mexicano se recreó ante un gran novillo, al cual se pasó siempre muy cerca. Los derechazos tuvieron empaque y los naturales fueron templados y profundos, lo que provocó que el público en pie, pidiera el indulto, entrando así, toro y torero, a formar parte de la historia de la plaza Acho.