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sábado, 12 de octubre de 2024

ACHO. EFEMERIDES DE FERIA, un día como hoy fue la corrida inaugural

Por ser el toreo tan hondamente tradicional, me ha hecho pensar la posibilidad de crear en Lima, en esta devota y castiza Ciudad de los Reyes,

las corridas del Señor de los Milagros…

en fechas que coinciden  con la Primavera limeña,  de días templados y muchas veces soleados, en los que el último domingo de octubre y los siguientes de noviembre,podrían realizarse corridas de postín

Y los diestros lucirían al presentarse 

un traje morado y oro

Esencia. Identidad. Un traje morado y oro, una feria de postín, las corridas del Señor de los Milagros.  Fue así como  pensó, meditó y soñó nuestra feria limeña el  Zeñó Manué, así, a su manera, y gracias a la ambición taurina mostrada por don Fernando Graña, a la sazón empresario del Acho, es que el sueño se hizo realidad, un  día como hoy hace 78 años, en el día de la raza, o en el día de la Hispanidad.  Fue un sábado  12 de octubre del año 1946 que se dio la corrida inaugural de la primera feria limeña, y aunque el cartel oficial decía Feria de Octubre, la idea de  su creación fue en honor a la festividad del  Señor de los Milagros como homenaje a los cientos de miles de  fieles devotos que van en místico peregrinar de fervor popular como muestra de tradición limeña. 

Esencia e identidad.  Identidad y esencia. Eso es lo que resumen nuestras tradiciones, por eso caló la idea de unir las dos muestras de identidad popular más importantes de nuestro país, la del Señor de los Milagros y  la de los toros, la de ver toros en Lima en el mes de la festivad del Nazareno, y  porque ésta ya era una costumbre de  mucho antes –y no sólo en Lima-  permítaseme una digresión oportuna, aun cuando  el tema de estas crónicas trate de las efemérides de nuestra feria limeña en tiempo que discurrimos por el  mes grande de nuestras tradiciones, el morado mes de octubre.

Y es que nuestra Lima, Ciudad de los Reyes,  vio toros  desde 1538-1540 a decir de los historiadores y tradicionistas, sea por la celebración en torno a la  consagración de los óleos  por el obispo fray Vicente de Valverde, primer colonizador evangélico,  o sea que las huestes pizarristas celebraban la derrota de los alamgristas, o sea que el propio Francisco Pizarro alanceó un torete en alguna de esas fechas,  y  como era en esos tiempos, tan magnas celebraciones se hacían en la Plaza Mayor de la ciudad. 

Nótese que al hablar de toros hablamos de Lima.  De su Identidad,  misma que nació y transcurrió  los  300 años del Virreinato hasta nuestros días y  que con la fuerza de la costumbre y del arraigo popular  devino en su  esencia, en parte importante de su  acervo cultural, su tradición.

Y  nótese  también que hablamos  de marzo, porque  es posible que ahí se entronque  la  tradición de ver los toros en las  épocas del verano limeño, y de sus hitos:  La fecha inaugural de la plaza de toros del Acho un  30 de enero del  1766 y la de su reinauguración por la ampliación de su capacidad,  un 7 de enero de 1945, para ponerla a tono con los tiempos “modernos” del toreo que exigían contar con mayor capacidad para poder afrontar el caché de las figuras españolas.  Y ese no era otro que Manolete.  Y aunque el monstruo cordobés se presentara  en la Plaza del Acho en marzo de 1946 volvió para inaugurar la Feria del Señor de los Milagros en el mes de octubre. 

Aquella primera corrida de abono tuvo un lleno de bandera y contó con la presencia del Presidente don José Luis Bustamante y Rivero. Las divisas de las ganaderías que habían lidiado antes estaban pintadas en las barreras y también los números de los tendidos,  y la expectación era latente para el despeje que, detrás el alguacilillo,   hicieron  un chalán, un jinete campero andaluz y otro con traje de charro mexicano, uniendo las nacionalidades taurinas más importantes, algo que también  se  reflejó en el cartel de ese día.

Sonó el clarín a las 3.30 de la tarde, en punto, y aparecieron por el patio de cuadrillas los toreros, el andaluz Manolete -vestido de malva y oro con un capote de paseo nazareno-, el mexicano Luis Procuna -de morado y oro- y el peruano Alejandro Montani -de morado y plata-, lidiaron toros mexicanos de  La Punta y desde entonces observar se pudo el cartel anunciando hierro y ganadería en una parte frontal de Sol y de Sombra. 

El primer toro que salió de toriles en esa  primera feria limeña fue un negro azabache que se llamó “Buñuelero No. 116”, terciado como toda la corrida que se comportó sosa y mansurrona. 

Procuna inauguró la puerta grande  de la historia de  nuestra feria, fue el  único que tocó pelo ese día  (dos orejas y vuelta) porque en su faena de triunfo formó un alboroto en las graderías por su valor y arrebato;  el  peruano Alejandro Montani (vuelta y palmas) destacó en los naturales de su primero; y el esperado Manolete oyó palmas y pitos en su primero, tuvo  menos opciones  con su lote (división y ovación), a ese “Buñuelero” lo sujetó en su huida con buenos derechazos y mató de dos pinchazos y descabello; con el otro, casi pasó inédito, media estocada y descabello, declaró que tuvo un lote muy soso, desesperante y que no se pudo acoplar ni torear a gusto. 

En aquella primera feria limeña que se dio entre el 12 de octubre y 3 de noviembre, cuenta la historia que  se cortaron orejas, rabos (sí, en plural)  y pata… muchos sucesos que merecen recordarse porque hacen que nuestra Acho del alma siga viva en la memoria colectiva de los buenos aficionados.

Pienso, medito y sueño y me emociona, como a usted,  saber que voy a vivir ese primer domingo de feria,  volver a oír  el bordón de una guitarra  retumbar en los machones del  Patio de Sol;  pienso en su historia, leo, releo  y me detengo en sus detalles, y sueño con faenas  de arte y valor; pienso, medito y sueño y me ilusiona ver a los toreros  en  sus  oros  nazarenos como soñó don Manuel, y es que   no existe  más  sentido homenaje a nuestra tradición taurina y especial respeto a la devoción de nuestra Lima y a su Cristo de Pachacamilla. 

Pienso, medito y sueño,  a mi manera, y a mi manera divago  entre palabras de  Zeñó Manué y Chabuca,  me estremecen  sus alegatos  por la identidad de Lima,  que  aquella cruz del cerro que en  su alta soledad  columbra la  historia, alce su voz hasta el mar para que vuelva cargada de  verdad, la verdad del toreo, que subsista el toro para que no se quiebre el drama, para que no se hiera su esencia.