La Esperanza: Galdós a hombros firma el sumun de su arte
Y fue domingo de toros, 11 de diciembre del 2022 en La Esperanza cuando Joaquín Galdós firmó el sumun artístico en su expresión torera.
"Su muleta un estandarte" eso cantaba la gran Lucy Avilés con el bordonear de la guitarra y al tun tun de un buen cajón, y es que replicaba lo que veía, lo que sentía, viendo torear "al gran Joaquín Galdós".
Y si señor, si. Otra tarde muy peruana, porque de esos rescoldos debemos seguir tirando para defendernos de los que están sembrando el terror, otra vez, en nuestro país.
Y con esperanza, La Esperanza otra vez nos regaló una tarde que nos devuelve a la esencia de ser peruano, vaya manera de gritar ayer aquel VIVA EL PERÚ tras las sagradas notas del himno patrio cantado tras el paseíllo con fervor y devoción… y porque hubo un gran torero de esta tierra que triunfal se aupó a la puerta grande porque había cortado tres, que bien pudieron ser cinco. Aupado, sosteniendo el pendón bicolor…. En tanto que el sevillano, heredero de esa gracia especial, Pablo Aguado, tocó pelo en el de regalo. Si. Fueron siete.
Y con ese vivir, oír, ver el arte bicolor en diferentes expresiones, mi mente martillaba aquella estrofa: Tengo el ogullo de ser peruano, si señor. Porque tenemos dos de los mejores toreros del momento nacidos en esta tierra. Uno de raza y otro de arte. Que más se puede pedir.
Arte, la de ayer fue la denominada corrida del arte pero, pero con esta licencia de palabras, bien puedo contarte que para mi fue una corrida con arte. Pues si bien el arte estuvo en el ruedo con Galdós y Aguado también estuvo en la música peruana que acompañó cada faena de Galdós, entre marineras y valses, parte de nuestra esencial de nuestra identidad musical.
Y que emoción cuando por gracia divina se encontró la Fina Estampa de nuestra gran Chabuca con ese paso garboso y torero de Galdós en aquella faena al segundo de su lote. Y es que tuvo la fortuna de su lado porque aunque aveces no quería, finalmente se entregaba ese colorado a su muleta, imantando su nobleza en sus vuelos para dibujar en derredor suyo un cinturón mágico barriendo incluso la arena y cual esbozos de carboncillo ir dibujando un taurino apunte, faena de aquellas, de rompe y raja, con sabor, con arte; iniciada genuflexo hacia los medios y quedarse anclado a torear en redondo con esa sutileza que da el poder del saber con el corazón puesto en la yema de los dedos. Girar y girar y obligando sin obligar y con un toro que tuvo la nobleza de conjuntarse en una obra que para Joaquín mismo fue cuando más a gusto estuvo pero lo pinchó.
Nuestro 'Sérvulo' del toreo, nos trasladó al sumun, a su realidad de arte, concepción escasa aunque jamás vana cuando se crea el toreo. Y es que ya nos había elevado a esas alturas expresivas con el que abrió la corrida. Un toro que rompió a embestir sin descanso y con una calidad y nobleza como condiciones fundamentales de su bravura y con el que Joaquín quiso y supo estar a su altura y hacernos disfrutar del toreo hecho arte. Del arte de lidiar toros porque cuando se le hace todo bien, de inicio a fin, enjugando con verónicas mecidas y templadas en el saludo y luego unas chicuelinas de portento, con gracia limeña, erguida la planta y la mano que recorta a la cintura, dejando caer el vuelo de su capote a compás, vaya gracia de este señor torero… y fue a más cuando con muleta en mano en los medios lo recibió, y fue ahí donde construyó su obra, apenas con un giro de talón lo conducía y el toro se volvía para contribuir con la emoción y poco a poco fue bajando la mano y llevándolo muy cosido muy templado hasta muy atrás. Arte, bravura y calidad. El sumun. Lo dicho. Espada en su sitio y dos orejas con fuerza y merecida ovación al toro en su vuelta al ruedo. Otra cortó de su tercero. Una faena casi inventada, pero el que atesora arte hasta con detalles cincela una obra. Este era remiso y huidizo, pero al andar andar lo iba metiendo en su muleta, series cortas, cuando sentía el poder, se iba; y otra vez y otra vez. Pero el sabor y la composición en cada muletazo hicieron también disfrutar. Y tras buen remate con el acero llegó el premio.
Premio que para el sevillano Pablo Aguado llegó en el sétimo de regalo. Ese tuvo condición parecida y algo le dejó expresar pero sin duda no como él hubiera querido y tampoco el público que sabiendo lo que había tenido en suerte, lo remilgón de la corrida en su lote, siempre estuvo esperándolo respetuoso. Su primero no tuvo un pase ni un lance. No quería pasar por las telas y se refugiaba en tablas. En su segundo nos dejó ver su excelsitud en las verónicas y de ahí detalles con la muleta ante un astado que marcó terreno en toriles. Y otro tanto de ello en el sexto de ahí que con acierto se llegara al de regalo. Para que ni el sevillano ni el respetable se fueran con amargura.
Y fue así que La Esperanza cerró su temporada, con un torero peruano blandiendo la enseña patria al viento en esa vuelta triunfal al ruedo en volandas y en clamorosa ovación de los aficionados que acudimos a la convocatoria del arte.
Que Dios reparta suerte a todos y cada uno en nuestro país, que su renacimiento del 25 ilumine nuestro andar en el nuevo año, y con el muy torero grito de guerra al iniciarse cada tarde de toros un paseíllo, me despido, porque en la vida como en los toros, amigo mío, ¡VAMOS P'ALANTE!
Felices Fiestas.