Paco Marsch escribe en Burladero lo que siempre pensé en el caso Quito...
Finalmente los toreros españoles torearán enQuito, incluso con la nueva reforma; justo lo que necesitábamos para demostrar que las corridas ya no se defienden por ser una manifestación cultural ni tradicional, sólo negocio vil, sólo sangre por la sangre misma, sadismo puro y duro. Ya quedó demostrado. Amigas y amigos activistas, tomen nota de este hecho de cara a convencer a la clase política. Se acabaron las excusas del taurinismo. (Leonardo Anselmi, en su Facebook).
Cuando apenas faltan unos día para el inicio de la Feria de Quito, considerada por muchos la más importante de la Latinoamérica taurina, en la que en virtud del resultado del referéndum convocado en su día por el presidente Rafael Correa se elimina (en la capital) la muerte del toro en el ruedo, las posiciones de los matadores españoles sobre si acudir o no y los por qués pertinentes ya son conocidas.
No voy a incidir en ellas pero sí me mueve a reflexión lo que, en cursiva, aparece en el primer párrafo, copia de lo que Leonardo Anselmi (el argentino promotor de la ILP abolicionista en Catalunya y que, como los mercados, nunca duerme) colgó en su Facebook.
Muchas de las figuras españolas y algunos de quienes aspiran a serlo (los carteles, ahí están) harán el paseíllo en Quito sabiendo que no van a matar al toro a estoque y los mismos antis que , no sólo en Ecuador, ya cantaban como victoria parcial tal logro, ahora lo utilizan como otro de susargumentos demostrativos de que lo único que mueve a los profesionales es el color del dinero y a éstos y los aficionados el sádico disfrute, pues son capaces de renunciar a lo que, hasta el momento, parecía intocable: la muerte del toro en el ruedo como fin y final del sacrificio ritual del toreo.
Más aún. En los años inmediatamente anteriores a la prohibición del toreo en Cataluña, fueron muchas las voces que se oyeron que iban en la misma línea de lo que pasará en Quito con la complicidad de parte de lo más granado del escalafón. Voces unas desde el antitaurinismo pero otras también desde los nuestros. Era eso dehumanizar el espectáculo, suprimiendo la suerte de varas o las banderillas, evitar en lo posible la visión al espectador de pinchazos, descabellos o puntillazos o, simple y llanamente ejecutar (sí, escribo ejecutar) al toro moribundo en los corrales. Un ejercicio de cinismo que llegó a ser redactado en algunas de las propuestas de ley a discutir por el Parlament, apoyadas, por lo bajini, por quienes decían ser nuestros aliados.
Estábamos hablando de otra Fiesta, de otra tauromaquia, en lo que no nos reconocíamos y así se les hizo saber. Luego, se votó lo que se votó, pero (creo) pocos serían los aficionados catalanes que estarían dispuestos, en el ya hipotético dilema de "corridas así, sí", a mostrar su apoyo.
Los que van a Quito, con Enrique Ponce yCastella a la cabeza, justifican el viaje con el argumento de que, pese a que será un espectáculo amputado precisamente en lo que que le da el mayor sentido (la muerte sacrificial del toro después del rito del toreo) y define su profesión (matador de toros), es la única forma de, salvado este primer año, esperar tiempos mejores allí, léase cambio de legislación (absolutamente chapucera, dicho sea de paso) o cambio de gobierno.
Plausible y respetable empeño que, me temo, chocará con la tozuda realidad aunque ojalá el tiempo no me dé la razón y Iñaquito vuelva al redil del esplendor y la lidia completa.
De momento, aquí, munición para el enemigo, que está a la que salta
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