Por Pedro Abad-Schuster
Genialidades únicas e inigualables, legado profundo de la cultura universal: El cante de Camarón de la Isla, la guitarra de Tomatito y la Saeta de Joan Manuel Serrat, que son sin duda el mejor acompañamiento para el Rey David, para el artista que lo mismo dominaba el poder y a la vez, plasmaba con sus zapatillas quietas, una obra de arte.
Torero elegante, con clase, con sentimiento profundo, poderoso, con temple y mando, y ni hablar de su valor al que le acompañaba una expresión sin medida a pesar de que no contaba con facultades físicas, pero el Rey, mandaba en el ruedo de la única manera en que sabía hacerlo: con decisión. Su forma de expresar ante sus pocos recursos físicos luego de 40 operaciones en la rodilla. El Rey David quizá nos hace recordar a otros dos grandes de la historia que rayaron, así como él, en lo sublime del arte: Manuel Rodríguez Manolete y Juan Belmonte.
Imposible definir el toreo de este artista. Imposible porque no se puede perfilar ni como poderoso ni como artístico, pues contaba con ambos talentos, algo que definitivamente, le convirtió en un privilegiado, pues la mayoría de los protagonistas de la fiesta brava, tienden a perfilarse o como artísticos o bien, poderosos. Eso es lo que hizo de David Silveti un Rey que todo lo pudo al grado de rebasar y revolucionar su propia escuela, esa de los setenta y ochentas, casi noventas, en donde las distancias no llegaban al grado de estremecer cuando entre toro y torero con las zapatillas bien plantadas, no cabe un solo alfiler. (Fuente: Peña taurina Dinastía Arruza).
Videos: http://www.youtube.com/watch?v=Ti5-9q92i08&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=sEkBe1TXlxw&NR=1
http://www.youtube.com/watch?v=BSV3XOlA0Yw&feature=related