La gravísima cornada de José Tomás en Aguascalientes (México), que ha conmocionado al mundo entero, pendiente de su estado, vuelve a instalar al torero en la categoría de héroe de una actividad de arte y de riesgo, exponentes principales de su carrera, siempre al límite de la tragedia. Lo explicó muy bien el gran Antonio Ordóñez cuando dijo que "José Tomás pone el cuerpo donde los demás la muleta", para hacerse una idea de su rotundidad en la forma de citar a los toros.
Tal es el misterio de su estilo y personalidad en el ruedo, si es que se puede aceptar que lo que él hace encierra algún enigma. Porque Tomás es la naturalidad frente al toro por encima de otras virtudes, con un fondo de mucho valor y arrojo, sí, pero también y sobre todo con la elegancia y la solemnidad de unas formas extraordinariamente agraciadas con el no sé qué que distingue a los figurones del toreo. Sinceridad en la entrega, clasicismo e integridad en las formas, y el toque final del sentimiento. Ahí están las claves de la tauromaquia de este torero.
Dicen los profesionales que se ponen delante del toro, que en definitiva saben más que nadie de lo que en el ruedo se traen entre manos, que hay un sitio indefectible donde el toro o embiste o atropella. Ni más ni menos que el sitio que pisa José Tomás, donde las cornadas que ha recibido son innumerables, y donde, como no podía ser de otra manera, se sustentan también los grandes triunfos que jalonan su carrera. Es lo que hay, y que cada uno haga su particular interpretación. De ahí las sensaciones encontradas que producen sus faenas de mayor gloria, por lo que se disfruta viéndole más allá de la pureza de cualquier planteamiento torero y, en el otro lado, por la angustia aparejada a tanto y tan evidente riesgo.
Por eso la consideración que tiene de torero de época. De la suya propia, puesto que la historia se escribe ya con un antes y un después de él. Y también por eso, para ensalzar su figura, se hace inevitable la comparación con los diestros de mayor leyenda, como José Gómez "Joselito", por la capacidad; Juan Belmonte, por el valor; Manuel Jiménez "Chicuelo", por la gracia, y Manuel Rodríguez "Manolete", por su desbordante personalidad dentro y fuera de las plazas. Precisamente "Manolete" es un espejo reconocido por Tomás, que demuestra una inquietud permanente por seguir sus pasos, alabando sus méritos hasta el extremo de restar importancia en alguna ocasión a sus propios percances al compararlos con los del "monstruo", como le motejó el cronista de la época Ricardo García K-Hito para sobredimensionar su extraordinaria condición de persona y torero.
Ahora Tomás se ha obligado a procesar y sintetizar tanto bueno que hubo en los estilos de cada uno de aquellos mitos, para explicar a las nuevas generaciones no sólo lo grandeza del pasado, sino la que todavía está por llegar. En definitiva, sus triunfos y cornadas como la de Aguascalientes son su mejor y más generosa aportación a la historia de la tauromaquia. Fuente: adn.es
Tal es el misterio de su estilo y personalidad en el ruedo, si es que se puede aceptar que lo que él hace encierra algún enigma. Porque Tomás es la naturalidad frente al toro por encima de otras virtudes, con un fondo de mucho valor y arrojo, sí, pero también y sobre todo con la elegancia y la solemnidad de unas formas extraordinariamente agraciadas con el no sé qué que distingue a los figurones del toreo. Sinceridad en la entrega, clasicismo e integridad en las formas, y el toque final del sentimiento. Ahí están las claves de la tauromaquia de este torero.
Dicen los profesionales que se ponen delante del toro, que en definitiva saben más que nadie de lo que en el ruedo se traen entre manos, que hay un sitio indefectible donde el toro o embiste o atropella. Ni más ni menos que el sitio que pisa José Tomás, donde las cornadas que ha recibido son innumerables, y donde, como no podía ser de otra manera, se sustentan también los grandes triunfos que jalonan su carrera. Es lo que hay, y que cada uno haga su particular interpretación. De ahí las sensaciones encontradas que producen sus faenas de mayor gloria, por lo que se disfruta viéndole más allá de la pureza de cualquier planteamiento torero y, en el otro lado, por la angustia aparejada a tanto y tan evidente riesgo.
Por eso la consideración que tiene de torero de época. De la suya propia, puesto que la historia se escribe ya con un antes y un después de él. Y también por eso, para ensalzar su figura, se hace inevitable la comparación con los diestros de mayor leyenda, como José Gómez "Joselito", por la capacidad; Juan Belmonte, por el valor; Manuel Jiménez "Chicuelo", por la gracia, y Manuel Rodríguez "Manolete", por su desbordante personalidad dentro y fuera de las plazas. Precisamente "Manolete" es un espejo reconocido por Tomás, que demuestra una inquietud permanente por seguir sus pasos, alabando sus méritos hasta el extremo de restar importancia en alguna ocasión a sus propios percances al compararlos con los del "monstruo", como le motejó el cronista de la época Ricardo García K-Hito para sobredimensionar su extraordinaria condición de persona y torero.
Ahora Tomás se ha obligado a procesar y sintetizar tanto bueno que hubo en los estilos de cada uno de aquellos mitos, para explicar a las nuevas generaciones no sólo lo grandeza del pasado, sino la que todavía está por llegar. En definitiva, sus triunfos y cornadas como la de Aguascalientes son su mejor y más generosa aportación a la historia de la tauromaquia. Fuente: adn.es