Un toro al corral ha sido siempre el mayor estigma del toreo. Ha sido. Ahora ya no. El día del Pilar oyó Perera los fatídicos tres avisos ante la indiferencia del público maño mientras que banderilleros, mozo de espada, apoderado y compañeros de cartel asistían al desastre sin mover un músculo ni ayudar al espada en apuros. Atónito sigo por los tres avisos a Perera y el toro al corral en Zaragoza. La repera con Perera de protagonista. Cada vez entiendo menos esta vida, cada día me sorprendo más por las incongruencias, cada tarde de toros me quedo con la boca abierta ante las incompetencias, cada minuto me afectan más los comportamientos ilógicos. No entiendo nada. Resulta que ahora las faenas son larguísimas, interminables, pesadísimas en un tanto por ciento muy elevado de los casos. Y así se alargan las corridas hasta el bostezo, nos aburren, nos ponen nerviosos. Minutos y minutos para inyectar el sopor en las masas, con lo bonito que es una faena exacta. Los toreros modernos son tan torpes que intentan torear igual al toro bueno que al malo, al parado que al nervioso, al noble que al barrabás…Y tardan y tardan y se repiten y se repiten.
Antes, los toreros buenos aprovechaban todos los toros buenos, no se les iba ni uno, ojo. Y les hacían las faenas que pedían. Sobra tiempo en diez minutos para faenas grandiosas. Ahora, entre que se preparan para dar un muletazo, el toro se lo piensa, se arranca finalmente y lo dan pasa un mundo. Antes, los toros malos duraban un suspiro. Daba igual una bronca. Al menos no eran pelmazos, lo que se agradecía. Ahora, todos son derechazos a los barrabás y a las babosas. Ahora, los incompetentes que hacen de puntilleros van a dar el golpe por delante, sea convenga o no. Ahora, se hacen las cosas mecánicas y siempre igual. Estoy loco porque salga un matador, dé tres trapazos y un bajonazo. Abajo los toreros pesados, los pelmazos que tanto abundan y que convierten las corridas en coñazos. La culpa de todo esto la tiene Enrique Ponce. Lo que pasa es que él lo hace bien, los soba, los prepara, los arregla en la primera fase y los hace embestir en la segunda. Ponce y sólo él. Bienaventurados nuestros imitadores porque de ellos serán nuestros defectos. Lo que en Ponce es virtud en los demás son fallos o por pesadez o por falta de técnica e inteligencia. Menuda caterva de imitadores pelmazos.
Y en esas estamos cuando Perera hace el día del Pilar en Zaragoza una faena interminable y templada, que ambas cosas son compatibles. Dice que no oye el primer aviso, se lo toma con calma, no entra a matar de verdad sino a dar pellizcos y suenan los tres. Nadie le dice cuál es la situación. No hay un apoderado en el callejón que le apremie. No hay nadie que mire al palco en el que el señor presidente va dejando los pañuelos. No hay ni un banderillero, ni dos, ni tres que le metan prisa. Ni los compañeros de terna: los sabios Esplá y Ponce. Ni el mozo de espadas. ¿Qué es esto, señor Perera, no sabe usted dar un bajonazo, recurso técnico y oportuno cuando lo requiere la ocasión?. Se quedaron todos tontos o todos parados, porque ahora lo que impera es hacer siempre lo mismo todos los días. Hasta las faenas buenas de los toreros de gran cartel nos las sabemos de memoria. Después llega el torero y dice que el presi es muy estricto (?) y no reconoce el error. Salta el apoderado, al que no ví apremiar al torero y declara solemnemente que el tiempo tiene que empezar a contar desde que se entra a matar. Al público le importa un pito todo, ni rechista. ¿Qué les ha pasado a los mañicos?. Ya hablaré de ellos. Y los críticos pasan del tema como si ocurriera todos los días. Sigan, sigan así. ¡Ni se llenó la plaza el día del Pilar, el más grande del calendario! Y por supuesto hagan caso al apoderado : un cuarto de hora de faena y cinco, diez o los minutos que hagan falta para matar. Total, las corridas durarán tres horas y un día del Pilar no muy lejano habrá media plaza o menos. Atónito estoy.
Antes, los toreros buenos aprovechaban todos los toros buenos, no se les iba ni uno, ojo. Y les hacían las faenas que pedían. Sobra tiempo en diez minutos para faenas grandiosas. Ahora, entre que se preparan para dar un muletazo, el toro se lo piensa, se arranca finalmente y lo dan pasa un mundo. Antes, los toros malos duraban un suspiro. Daba igual una bronca. Al menos no eran pelmazos, lo que se agradecía. Ahora, todos son derechazos a los barrabás y a las babosas. Ahora, los incompetentes que hacen de puntilleros van a dar el golpe por delante, sea convenga o no. Ahora, se hacen las cosas mecánicas y siempre igual. Estoy loco porque salga un matador, dé tres trapazos y un bajonazo. Abajo los toreros pesados, los pelmazos que tanto abundan y que convierten las corridas en coñazos. La culpa de todo esto la tiene Enrique Ponce. Lo que pasa es que él lo hace bien, los soba, los prepara, los arregla en la primera fase y los hace embestir en la segunda. Ponce y sólo él. Bienaventurados nuestros imitadores porque de ellos serán nuestros defectos. Lo que en Ponce es virtud en los demás son fallos o por pesadez o por falta de técnica e inteligencia. Menuda caterva de imitadores pelmazos.
Y en esas estamos cuando Perera hace el día del Pilar en Zaragoza una faena interminable y templada, que ambas cosas son compatibles. Dice que no oye el primer aviso, se lo toma con calma, no entra a matar de verdad sino a dar pellizcos y suenan los tres. Nadie le dice cuál es la situación. No hay un apoderado en el callejón que le apremie. No hay nadie que mire al palco en el que el señor presidente va dejando los pañuelos. No hay ni un banderillero, ni dos, ni tres que le metan prisa. Ni los compañeros de terna: los sabios Esplá y Ponce. Ni el mozo de espadas. ¿Qué es esto, señor Perera, no sabe usted dar un bajonazo, recurso técnico y oportuno cuando lo requiere la ocasión?. Se quedaron todos tontos o todos parados, porque ahora lo que impera es hacer siempre lo mismo todos los días. Hasta las faenas buenas de los toreros de gran cartel nos las sabemos de memoria. Después llega el torero y dice que el presi es muy estricto (?) y no reconoce el error. Salta el apoderado, al que no ví apremiar al torero y declara solemnemente que el tiempo tiene que empezar a contar desde que se entra a matar. Al público le importa un pito todo, ni rechista. ¿Qué les ha pasado a los mañicos?. Ya hablaré de ellos. Y los críticos pasan del tema como si ocurriera todos los días. Sigan, sigan así. ¡Ni se llenó la plaza el día del Pilar, el más grande del calendario! Y por supuesto hagan caso al apoderado : un cuarto de hora de faena y cinco, diez o los minutos que hagan falta para matar. Total, las corridas durarán tres horas y un día del Pilar no muy lejano habrá media plaza o menos. Atónito estoy.