miércoles, 3 de junio de 2009

De México: Don Nacho García Aceves…felices 25.


Por Pedro Abad-Schuster

Hace unos días, el 30 de mayo, se cumplió el vigésimo quinto aniversario luctuoso de uno de los apasionados personajes de la fiesta brava más entrañables de Jalisco, en México. Don Nacho abrió y plasmó una parte muy importante de la historia de la tauromaquia en México. Imprimió gran corazón en su labor como empresario durante 52 años y medio consecutivos. Estuvo a cargo de plazas como Monterrey, Puebla, Irapuato, León y especialmente en Guadalajara, en donde nació, murió y permaneció como empresario de la ya desaparecida plaza El Progreso, que en aquellos años se ubicara en el tradicional barrio de San Juan de Dios.

Quizá la característica más entrañable del empresario guadalajarense, fue el apoyo a la baraja novilleril de esa época. Si cortabas oreja te repetía; al terminar la novillada, comenzaba a decir quién iba para el otro domingo.Licenciado de profesión, Ignacio García Aceves también disfrutó de pasarse los toros por la barriga. Como aficionado práctico mató más de cien bureles. Siempre dijo que su complexión fuerte y grande no lo haría verse bien de luces. Habrá que recordar que apoyó a diestros de la talla de Manolo Martínez y Manuel Capetillo, por mencionar algunos. Cuidó como nadie la fiesta en todos sus sentidos, llámese campo, selección de ganado e intelecto empresarial.

Su plaza… qué decir. El Progreso hizo historia a la par de él. Ese coso que fuera testigo mudo de sinsabores, miedos, cornadas y triunfos, también tuvo un fin. Qué melancolía debió sentir Don Nacho al final de la década de los setenta, en 1979 para ser más precisos, cuando viera derrumbarse aquel inmueble que por décadas le dio tanto, a él y a muchos. Que él mismo hizo exitoso y él mismo vio su fin. Caía, pero iniciaba una más, primero llamada Monumental, ahora, Nuevo Progreso.Versátil en cuanto al ambiente taurino mismo se refiere. En 1965 adquirió el 50% de la ganadería de San Mateo a don José Julián Llaguno, para luego en el mismo año de 1979 en que se derrumbara El Progreso, fuera propietario del porcentaje restante, junto con su hijo Ignacio García Villaseñor y se hizo su propietario, bajo el nombre de lo que hoy es San Marcos.

Fue veedor exhaustivo de ganado bravo, y eso dio como resultado el éxito en sus festejos. El ganado era comprado con un año de anticipación, para que dos meses antes, o un poco más, volviera a la ganadería para verificar la corrida que iba a lidiarse en meses próximos. Era pues, un empresario en toda la extensión de la palabra. Recordar a Don Nacho no es una simple reminiscencia: es otra oportunidad para meditar, no solo en sus formas, sino con mayor acento en su inmenso fondo de taurinismo, en la certeza de su perspectiva, así como identificar en él dos virtudes, elementos fundamentales de la compleja profesión de empresario taurino. Una: buen ojo para los toreros. Y dos: la decisión para colgarlos de los carteles.

Un novillero o matador solo era retirado de los anuncios cuando llegaba a lo que ahora llamamos techo. Y como para él, la fiesta era del pueblo, de su pueblo, a fin de cuentas la decisión -el tope- se evidenciaba en un sitio irrefutable: en las taquillas. Don Nacho fue sensible a la demanda y, por lo mismo, certero en su oferta. A la distancia, hoy se habla de las circunstancias favorables que, dicen, él vivió. Pero con base en mil y un testimonios, muchas de ellas fueron no solo propiciadas, sino hasta inducidas. A través de sus cincuenta y pico años como empresario taurino de Guadalajara, supo darle identidad y peso a su plaza. Su frecuente intransigencia la mantenía cuando tenía la razón, misma que, por hechos irrefutables, los aficionados terminaban por entenderlo.

Sus éxitos se miden a carretadas, como cuando hubo aquella competencia feroz en 1968 con la entonces Plaza Monumental de Jalisco, a la que prácticamente se le habían ido sus toreros y, dolorosamente, algunos a quienes consideraba amigos. Como un mago sacó de su chistera a Gamaliel Orozco "Curro Gama", un novillero con una personalidad que no se ha vuelto a ver desde esa época. Luego de abarrotar El Progreso, una gravísima cornada quitó de los carteles a este torero. Don Nacho pesaba demasiado. Entonces cerca de 1970, en sociedad con el licenciado Alberto Bailleres, adquirieron la Monumental. Cerró el coso hasta su reinauguración el 20 de noviembre de 1980 con Manolo Martínez, Manolo Arruza y Miguel Espinosa "Armillita", con ganado de San Mateo, hierro legendario, ya entonces propiedad de Don Ignacio. (Fuente: extraido de El Informador de Guadalajara).